Simone Fattal. Suspensión de la incredulidad

HASTA EL DOMINGO 1/6
IVAM. Guillem de Castro, 118

La cerámica, como el textil, es un material muy relacionado con la artesanía y lo doméstico; poco noble, por lo tanto, para conformar grandes esculturas que sean admiradas por la casta artística. Por eso podemos considerar que usarlo es una declaración política, más todavía si se hace en esculturas de pequeño formato: Lo pequeño y lo doméstico sí que pueden tener valor como objeto artístico. Es una de las conclusiones que podemos sacar de esta primera gran retrospectiva de Simone Fattal en el Estado español, que viene a acompañar la entrega del Premio Internacional Julio González que han ganado desde el año 2000 artistas de la talla Robert Rauschenberg, Pierre Soulages o Frank Stella. Ninguna mujer hasta 2018, año en el que Anette Messager rompió el techo abriéndole camino a las que vendrían después: Mona Hotoum, Carmen Calvo y Simone Fattal.

Fattal se declara una mujer literaria, de ahí que el título de esta muestra beba de un concepto de poeta y filósofo (como ella) Samuel Taylor Coleridge, “suspension of disbelief”, que hace referencia a la capacidad de un lector para aceptar, sin cuestionar, elementos fantásticos o poco realistas dentro de una obra de ficción. A parte del barro y la escultura, la narración es la tercera pata sobre la que se apoya esta exposición, la idea de contar historias. Fattal no ha dialogado con artistas occidentales como hicieran Pablo Picasso o Francis Bacon en su momento, su diálogo es íntimo e interior, y cuando mira hacia afuera se fija la cultura de Oriente Medio: los cuentos sumerios, la épica árabe, la poesía sufí y la cultura mesopotámica, héroes mitológicos como Gilgamesh o vestigios de sus leyes con la estela del Código Hammurabi. También con la cultura grecorromana. Así, a través del barro, ha dado forma a guerreros, ángeles, centauros, el caballo de Troya o Agamenón, en esculturas figurativas que rozan la abstracción, donde también caben las ruinas arquitectónicas y las figuras de frutas y animales.

Como la poesía, sus esculturas están abiertas a interpretaciones diversas. Dice Fattal que se hace arte para que la gente no olvide, y esta característica cobra más fuerza sí cabe en tiempos de catástrofe, porque el arte se crea en relación a la muerte, que es la última catástrofe de todas. Ha querido el destino que Fattal nos traiga barro al IVAM mientras algunas comarcas valencianas pelean por deshacerse de él un mes después de la dana del 29 de octubre. También trae literatura innovadora y experimental publicada desde su editorial Post-Apollo Press y en pergaminos donde las letras y la puntuación son sustituidos por gotas y trazos de tinta que cierran el círculo. Los primeros registros de escritura fueron sobre tablas de cerámica, luego vino la tinta sobre papel como medio para fijar los relatos que antes flotaban con las palabras. Fattal crea esculturas contenedoras de relatos, de historia antigua y de actualidad que devendrá historia, grandes obsesiones de la obra de esta artista franco-libanesa nómada que nos invita a dejar a un lado las certezas. S.M.

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