FUNDACIÓN BANCAJA. Pl. Tetúan, 23
La Fundación Bancaja lo tiene muy a mano, posee una de las colecciones de obra gráfica de Picasso más completa a nivel internacional. Esta es la de cal. Pero la de arena es que no resulta fácil decir algo nuevo del artista más determinante e influyente del siglo XX, el que más factura cada año en las subastas, el que más alabanzas se lleva por parte de la crítica. A pesar de todo, la Fundación Bancaja se lanza al ruedo una y otra vez. Esta vez para mostrar en Picasso. La alegría de vivira un bon vivant de actitud vitalista enamorado de toros y palomas, saltimbanquis y arlequines, la danza y las mujeres, a las que, parece ser, no trataba demasiado bien en su vida privada. En la primera sala nos reciben piezas de cerámica mediterránea y máscaras africanas que influyeron decisivamente en el arte del malagueño, por ejemplo, en las míticas Señoritas de Aviñóncon las que arrancó el cubismo y le dio un vuelco al mundo del arte mundial. Ese mismo 1907 Picasso pintó su única obra fauvista, Los segadores, que podemos ver en esta exposición como gran reclamo porque pocas veces lo ha dejado salir Carmen Cervera de su Museo Thyssen.
Los otros temas festivos que aparecen en la obra de Picasso son los del pintor y la modelo, influencia de los grandes maestros de la pintura; el mundo del circo que le fascinó durante el periodo rosa y al que volvió continuamente; la tauromaquia, por la que sentía auténtica devoción (incluso en el exilio se las arreglaba para asistir a corridas de toros en Arlés); La Californie, una villa art decó de la Costa Azul que compró con su segunda esposa Jacqueline Roque –a la que retrató infinidad de veces– para vivir una de las etapas más felices de su vida; los bocetos de decorados y vestuarios para tres ballets rusos; y las palomas, que estuvieron muy presentes en su infancia. Ya de mayorcito, su amigo y rival Henri Matisse le regaló una que, abocetada, acabó ilustrando el cartel oficial del Congreso Mundial de la Paz que se celebró en París en 1949. S.M.