MUSEO DE BELLAS ARTES. Sant Pius V, 9
A pesar de su temática, esta exposición ha sido concebida lejos del carácter devocional. Efectivamente, trata sobre La Virgen, pero esta, bajo el manto, esconde una historia apasionante de luchas callejeras, machismo, márquetin y cohesión nacional, la historia de cómo una gresca sevillana acabó convertida en asunto de Estado. En el siglo XVII, la Inmaculada Concepción fue cobrando muchísima importancia entre creyentes que, como los franciscanos, defendían que fue el ser más perfecto del mundo porque no padeció el pecado original. En el otro bando, los dominicos afirmaban que Cristo era el único salvador y que nadie podía hacerle sombra (¡y menos una mujer!). El enfrentamiento se tornó violento en las calles de Sevilla y empezó una gran campaña de márquetin basada en las artes visuales, la imprenta y las fiestas populares para defender la perfección de María. La controversia callejera llegó a la Corte y de ahí a la Santa Sede, que reconoció su perfección en 1854, y durante el proceso se convirtió en la principal devoción de la Península Ibérica y en un símbolo que cohesionó todos los reinos que componían la monarquía hispánica (otros como las vírgenes del Pilar y los Desamparados, o San Isidro, tenían una fuerte raigambre geográfica). Pues bien, el Museo de Bellas Artes despliega en esta exposición aquella campaña de márquetin que resultó muy compleja a nivel visual porque defendía algo poco narrativo y muy abstracto: la “perfección” y la “pureza”. Acabó generándose una iconografía propia (Virgen Tota Pulchra) para representar a María, una mujer hermosa (vivimos en un mundo platónico), sola, y normalmente vestida de blanco y azul. Con música de la época de fondo y en penumbra (solo luz directa sobre los cuadros) encontramos joyas de Juan Sariñena, Agustín Gasull y José Vergara, o Jerónimo Jacinto Espinosa, autor de La Inmaculada Concepción y los Jurados de Valencia, uno de los poquísimos retratos de grupo del barroco español. Gonçal Peris (una de las principales figuras de la pintura gótica valenciana), Francisco Pacheco (maestro y suegro de Velázquez), Francisco de Herrera el Viejo, Antonio Palomino, Francisco de Zurbarán y Francisco Ribalta son otros de los maestros que nos cuentan la historia de cómo se fabricó la devoción a la Inmaculada Concepción de María en el siglo XVII. S.M.