Hermano Lobo (1972-1976): Un huevo duro para el caudillo

HASTA EL DOMINGO 14/5
LA NAU. Universitat, 2

En tiempos de dictadura la agudeza mental de los periodistas y de los humoristas gráficos se afila para buscar ese decir sin decir que consiga hacer llegar el mensaje saltando por encima de la tacha censora. Lo había hecho con maestría la revista La Codorniz durante más de treinta años y lo hizo durante unos pocos Hermano Lobo con algunos de los integrantes de la primera, cansados del humor costumbrista y naif. Había llegado el momento de darle cancha a un humor más político y cabreado, así lo entendió Chumy Chúmez al fundar Hermano Lobo, una revista que contó con las plumas de Manuel Vicent, Paco Umbral y Manuel Vázquez Montalbán y las viñetas de OPS (El Roto), Gila, Manuel Summers, Perich, Forges o Quino, entre otros. Ahí es nada. Siguiendo la estela de la exposición dedicada a otra publicación, esta del siglo XIX, La Traca, la Universitat de València ha montado esta que repasa la trayectoria de una revista satírica que llegó a tener una tirada de 170.000 ejemplares en una España poco acostumbrada a leer prensa. Era 1972 cuando salió a la calle, el régimen agonizaba, pero aún tuvo tiempo de abrirle seis expedientes y suspender su publicación una vez amparándose a la Ley de Prensa e Imprenta (1966) de Fraga. Técnicamente, la censura no existía, pero esta ley conseguía ahogar económicamente a las publicaciones y es precisamente lo que hizo con La Codorniz. Es una de las razones que según Antonio Laguna, co comisario de la muestra, explican su corta vida. Las otras serían que no tenía publicidad, se financiaba únicamente con las ventas, y la competencia de otras revistas de corte similar como Por favor, Barrabás, El cocodrilo Leopoldo o El Papus, que acabaría llevándose el gato al agua con su combinado de escatología, destape y sátira (El jueves, que aún sobrevive, nacería en 1977). Una última razón, paradójica pero real: cuando ya pudo decir de todo, ya no había nada qué decir. Afloró una crisis de creatividad perfectamente contenida en aquel “contra Franco vivíamos mejor” que se le atribuye a Vázquez Montalbán. La exposición que propone La Nau se centra en la parte gráfica de la revista y deja en barbecho la periodística por razones obvias, es mucho menos potente visualmente. Forges le atiza al anquilosamiento de los partidos que se creen revolucionarios, OPS (El Roto) critica el comportamiento vomitivo del nuevo imperio americano, Summers se ríe de la “reserva espiritual” que para Franco era España en Occidente y Chúmez reinventa anuncios cargados de doble sentido en una exposición que tiene banda sonora de la época de fondo. S.M.

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