IVAM. Guillem de Castro, 118
En la nueva exposición del IVAM hay calles sin gente y una celda de barrotes, además de llevar la palabra “hogar” en el título, lo que la conecta muy directamente con la catarata de acontecimientos que ha desatado por todo el globo un pequeño virus llamado COVID-19. ¿Os suena? ¿Premonitorio, no? ¿Cuál es nuestro hogar? es el título de la muestra que el IVAM y el museo MAXXi de Roma empezaron a gestar hace dos años sobre la idea de hogar como espacio íntimo y privado, a la vez que plaza pública y lugar social. Se trata de doce instalaciones, muchas de ellas nunca vistas en España, que reflexionan, a veces de forma contradictoria, sobre las múltiples maneras de entender y de crear nuestro entorno. Entorno entendido como un espacio físico, sí, pero también como un espacio mental que nos condiciona y nos construye como seres sociales e individuales. La primera obra, fuera de la sala, es Faradayurt de la artista checoslovaca Jana Sterbak, una especie de yurta realizada con poliéster y recubierta de cobre que nos aísla del entorno física (aquí no traspasan las ondas electromagnéticas generadas por teléfonos, radio y televisión) y mentalmente. La instalación Fun House de Richard Hamilton, John Voelcker y John McHale pone a prueba todos nuestros sentidos con ilusiones ópticas, sonidos e impactantes imágenes; Francis Alÿs muestra en 80 diapositivas a “durmientes” (Sleepers), los despojos de la sociedad capitalista, que sobreviven como seres marginales en la mastodóntica México D.F.; Kara Walker denuncia la cárcel mental en la que vivían los esclavos negros de Estados Unidos sometidos a un control y una vigilancia férreas, Atelier Van Lieshout imagina una urbe distópica con formas orgánicas en la que cada edificio, calle o plaza están diseñados para un determinado fin político; y Gabriele Basilico, de forma premonitoria, fotografía ciudades mediterráneas como Nápoles, Valencia o Beirut en las que no aparece una sola persona, cómo las hemos visto horrorizados durante el encierro vírico que hemos vivido en España.
El chileno Alfredo Jaar nos mete en una cárcel para simbolizar las restricciones que las sociedades contemporáneas le imponen al pensamiento crítico, pero una vez dentro, dos grandes espejos que alargan la estancia hasta el infinito nos dicen que siempre hay un resquicio de libertad, que la imaginación y el pensamiento nos hacen un poquito más libres. Vinculado al arte Povera, el milanés Mario Merz presenta la instalación más espectacular de todo el recorrido. Senza titolo, hecha un año antes de morir, es un iglú hecho de acero, cristal y neón, una de las construcciones más primitivas y desconocidas de la humanidad ensamblada en este caso con materiales de la modernidad que arquitectos como Mies Van del Rhoe empezaron a usar para que la naturaleza pudiera penetrar en casa y que posteriormente se han convertido en elementos para la vigilancia. Parece que sí, las formas arquitectónicas y sus materiales condicionan nuestros actos más cotidianos. Bruce Nauman presenta una sólida estructura arquitectónica que evoca los túneles subterráneos de la ciudades, muy alejados de la tranquilidad, el abrigo y el confort del hogar; y el sudafricano William Kentridge se pone poético para denunciar la mentalidad colonialista de la Europa de finales del siglo XIX. Recurriendo a La flauta mágica, ni más ni menos. El artista recrea la famosa ópera en un teatrillo para vincular el libreto, compuesto por Mozart poco antes de la campañas napoleónicas en Egipto, con el dominio del hombre blanco sobre el continente africano. Por último, la pareja formada por Ilya y Emilia Kabakov recoge en la instalación Where is pur place? tres épocas diferentes jugando con los niveles y las escalas: un salón de arte del siglo XIX visitado por personajes gigantes, fotografías en blanco y negro junto a textos poéticos y, debajo del parqué, maquetas de paisajes costeros que hacen referencia al arte del futuro. La conclusión es que el arte y la arquitectura nos permiten inventar nuevos espacios, nuevas maneras de convivir, construir e imaginar. AU