Maurice Ravel y el escritor Franc-Nohain escriben L’heure espagnole entre los meses de abril a octubre de 1907. Dos años después, en marzo de 1909, el músico ya había completado la orquestación y aún tardará otros dos más en ver sobre el escenario esta suerte de opera buffa a la francesa ligeramente inspirada por una España ensoñada. Aunque poco hay de la España realista en este juguete cómico raveliano: Toledo, los nombres de sus actores y una trama con elemento mágico cargado sobre las agujas de relojes que van de través. Cuernos, amantes, líos de puertas…
Todo en Gianni Schicchi rezuma italianità bufa: la voz grave del protagonista; la trama amorosa entre un tenor y una soprano; los problemas familiares de fondo y el desenlace burlesco. La palabra toscana describe atmósferas y caracteres, como si fuera corteza de pan crujiente de una lengua tan poética como cortante, eficaz escultora de seres ingenuos y amantes, ladinos y bribones, ávidos intrigantes.