“Un día decidimos que nuestro cuerpo nos pertenece y que lo utilizamos como nosotras decidimos”

ESTHER FERRER (Performer)

Nadie en la España de los sesenta sabía lo que era el arte de acción, pero ahí estaba Esther Ferrer ejecutando sus performances en medio de un ambiente de incomprensión para convertirse en una pionera del género en el país. El suyo es un arte rico en ideas pero pobre en materiales, es decir, que utiliza sólo su cuerpo cuando la idea a desarrollar se lo permite. Durante los últimos años del franquismo puso en marcha suconcierto ZAJ para 60 voces, una performance que pretendía alejarse lo más posible del teatro bebiendo de la música experimental de John Cage, donde sesenta voces de distinto sexo, edad y condición eran dirigidos a modo de orquesta. Cada intérprete podía recitar durante un minuto la frase que le había sido otorgada, sólo una vez, o repetirla las veces que deseara variando el idioma, la entonación, el ritmo, etc. Ahora, reconocida y multipremiada, a los 86 años, ha presentado su primera exposición en solitario en la Comunitat Valenciana, en el Centre del Carme, con temas recurrentes en su obra como la repetición, el azar, la presencia (vital en performance), el tiempo (la huella que deja en el cuerpo) o el espacio, es decir, el hilo del tiempo, la vida, ese recorrido que va de la nada a la nada.

Ahora las performances se llevan a cabo dentro de espacios artísticos y gozan de reconocimiento, pero cuando tú empezaste se hacían en la calle. ¿Cómo reaccionaba la gente cuando empezaste a hacer arte de acción? ¿Por qué te mudaste a Francia y por qué nunca has vuelto?
No solo en la calle, se hacían donde se podía, dependía de quien lo organizaba. La gente reaccionaba de muchas maneras, pocos conocían el mundo de la acción y les sorprendía y reaccionaban según la personalidad de cada cual, con humor, violentamente, con buena voluntad intentando participar, yéndose tranquilamente o protestando. Cuando volví a España en el 72 tuve la sensación de que no podía soportar más el franquismo y me fui, no sabía entonces que definitivamente.

La gira del grupo ZAJ la organizó en 1973 el músico experimental John Cage, conocido por su famosa pieza 4’33’’. Él creaba música al azar donde la improvisación era clave en la creación. ¿Qué crees que vio en el grupo ZAJ?  ¿Hasta qué punto influyó Cage en tu trabajo?
Yo no sé lo que vio Cage, lo único que sé es que tras vernos en los encuentros de Pamplona nos dijo: “esto tienen que conocerlo los americanos, os voy a organizar una gira en Estados Unidos” y la organizó. Lo que Cage me ha aportado es un cambio en mi concepto de lo yo creía era música, la escucha. Gracias a él “aprendí” a “escuchar los ruidos de este mundo” de una forma completamente diferente, aprendí que todo puede ser música, que “es solo la escucha que se para y recomienza”.

George Maciunas, líder del movimiento Fluxus, dijo que su arte debía ser simple, entretenido y sin pretensiones, y tratar temas triviales, sin dominar técnicas ni ensayos. ¿Coincides con él?
Cada cual tiene su definición de arte, lo que dijo Maciunas, a quien conocí en Nueva York, era bueno para él, no veo por qué todo el mundo tiene que coincidir en su  “definición”. En el arte, que yo sepa , no hay “papas”, o mejor que no los haya, ni “dogmas”, no es una religión, para mí es un espacio de libertad, donde hago lo que quiero y puedo, con un sentido de la responsabilidad que es el que yo me impongo.

¿Qué disfrutas más, el proceso de preparación de una acción o la acción en si?
Lo que me produce más satisfacción es el proceso, la búsqueda, las dudas y la reflexión a la que éstas me obligan. Además, como yo no sé hacer casi nada, tengo que aprender. Digo siempre que para mi el arte es una vía de conocimiento, yo aprendo mucho haciendo lo que hago, tengo que aprender, leer, preguntar, experimentar, etc. Como dijo Machado, “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Son interesantes también los encuentros con quienes están en él o lo cruzan, yo he aprendido gracias a ellos.

En la exposición del Centre del Carme te haces preguntas que el público puede responder en post-its pegados sobre la pared. Sueles buscar la partición del visitante, pero a la vez, dices no cambiar nada para ganarte el favor del público. ¿Nada para el público, pero con el público?
Como te he dicho, si yo hago lo que quiero y puedo, considero que el público puede, si quiere, hacerlo también. No le pido nada, propongo preguntas y la posibilidad de contestarlas (incluso de reflexionar sobre algo que a lo mejor nunca había pensado), no le obligo a nada, si contesta o no, es su problema, tiene que decidir por si mismo si la proposición le interesa.

Dices que no te gusta exponer, ¿por qué lo haces?
Preparar una exposición coge mucho tiempo y durante ese tiempo no puedo hacer mi trabajo, es decir, proyectar otras obras, pensarlas, etc., y esto me agobia. Expongo cuando la proposición y quien me la propone me interesa y si no, pues no. Vivo de lo que gano haciendo mi trabajo. Tengo 86 años, durante muchos años hice diferentes trabajos para ganar mi vida, sin tener que depender de nadie dentro del mundo del arte, lo que hago me lo pago yo. Empecé a vivir de mi trabajo algunos años antes de que me seleccionaran para la Bienal de Venecia en el 99.

Sales a escena con todo pensadísimo, pero abierta a los cambios que puedan surgir, casi esperándolos. Lo imprevisible, la idea del “a ver lo que sale”, ¿te resulta estimulante o te provoca algo de vértigo? ¿Todas las versiones y las interpretaciones de tus performances son válidas?
Sí, para mí todas son válidas, incluso las “malas”. La performance es la vida que pasa, lo que ocurre cuando hago una acción, es más importante que lo que yo había pensado hacer y que está escrito en la partitura previa. Cuando presento una acción, lo fundamental para mí  es “estar estando” (Zen), ser capaz de reaccionar como yo considero que hay que reaccionar en ese momento. Como me decía Cage, “el accidente forma parte de la obra”, no estar preocupada por el “resultado”, sino por el momento que vives.

La comisaria de la exposición, Margarita Aizpuru, habla de “conceptualismo caliente” para referirse a tu obra, sensorial y experiencial. ¿Te sientes identificada con esta definición?
Siempre te definen les otres, yo no necesito definirme y si Margarita ha escrito eso, tiene sin duda sus razones. Creo que la interpretación de una obra es un diálogo entre el espectador y la obra, y que el artista lo mejor que puede hacer es desaparecer. En este caso diría, como digo en el caso de mis  performances, que “todas las definiciones son válidas, incluida ésta”.

El tiempo es un factor determinante en la instalación Autorretrato en el tiempo, donde confrontas dos mitades de tu cara de diferentes épocas de tu vida. ¿Por qué te interesa mostrar el envejecimiento? ¿Está peor visto el envejecimiento femenino que el masculino?
No intento mostrar el envejecimiento, lo que intento es mostrar visualmente el paso del tiempo, que implica efectivamente el envejecimiento, pero esto para mí es secundario. De todas formas, mucha gente que ve esta obra la considera así, y me parece muy bien, me dicen: “qué coraje mostrar tus arrugas”. En realidad, es verdad que un cuerpo de mujer viejo es “intolerable” en la sociedad en que vivimos y, por ejemplo, si  hago hoy mi acción Íntimo y personal [una performance en la que Esther les planteaba a los participantes la posibilidad de medir partes del cuerpo, del propio o el de los demás, vestido o desnudo], las reacciones son muy diferentes de las había cuando yo tenía treinta años. Pero, para mí, esta performance siempre ha tenido un carácter militante feminista, joven o vieja.

El desnudo es un elemento habitual en tus acciones. Imagino que más de un espectador se habrá escandalizado en este sentido. ¿Por qué el desnudo femenino incomoda cuando no lo dicta un hombre ni tiene la función de provocar el placer masculino?
No, no es habitual, me desnudo cuando considero que debo hacerlo. Si examinas mis acciones verás que son muy pocas en las que me desnudo. Durante milenios los hombres nos han desnudado, han utilizado el cuerpo de la mujer, en el arte por ejemplo, en función de sus “necesidades”, fantasmas y otros. Un día decidimos que “nuestro cuerpo nos pertenece” y que lo utilizamos como nosotras decidimos, entre otras cosas, como soporte de nuestra lucha feminista. Eso es todo. Lo que puedan decir los hombres, “exhibicionistas, provocadoras, etc.”, es irrelevante, no tenemos ni tiempo, ni ganas de pensar en lo que opinan, además, nos da lo mismo.

Cuando se te otorgó el Premio Velázquez se destacaron tus “propuestas radicales”. ¿En qué sentido son radicales tus propuestas?
Yo no las defino, mis propuestas son consecuencia de mis intereses artísticos, de las circunstancias político-sociales y de los compromisos que yo considero son los míos en la situación en que vivimos. Con mucha pretensión por mi parte, diría que lo único que me interesa con mis propuestas, es hacer reflexionar sobre tal o cual tema que me parece importante.

El capitalismo acaba por absorber todas las manifestaciones culturales, por muy marginales o contestatarias que sean. ¿Ha pasado también con la performance?
Por supuesto, pero también hay artistas que intentan escapar como pueden, es difícil. Si vives de tu trabajo y tu galería vende (yo me niego a vender directamente) esa obra vendida entra en el sistema, automáticamente.

En la presentación de la muestra dijiste que no te preocupaba en absoluto el futuro de la performance
Y lo puedo repetir, el mundo de la acción evoluciona como todo en el universo, eso de que “nada es  estable, todo se transforma”, para mi es una evidencia. Felizmente, la performance no escapa a la norma y evoluciona para bien o para mal, se adapta a su época. Algunes la quieren “momificar”, fijarla, no es mi caso. En su evolución, como en todo, hay buenas y malas razones, y si un día desaparece no pasa nada, el vacío que deje, será ocupado por otra forma de creación.

“Intento entender todo lo que vivo pero no consigo entender prácticamente nada”. Es una frase tuya. ¿Entiendes el mundo en el que vives hoy? ¿Te gusta?
No es cuestión de que el mundo me guste o no, es lo que es, y no lo entiendo, pero nunca lo he entendido. Cuando era niña, muchas cosas que eran completamente “normales” para los mayores, a mi me parecían raras, o sandeces, ciertas obligaciones absurdas, ciertos “ritos” sociales incomprensibles… Hoy todavía entiendo menos. Me pregunto siempre, ¿es que este modelo de sociedad tan absurda, tan injusta y tan cruel es la única posible?, ¿la evolución de la especie animal-humano podrá crear otro tipo de sociedad? A veces intento imaginar este tipo de sociedad, no lo consigo.

También te puede interesar…

¿TODAVÍA NO TE HAS SUSCRITO A NUESTRA NEWSLETTER?

Suscríbete y recibirás propuestas culturales de las que disfrutar en Valencia.