En Las consecuencias, segundo trabajo largo de la directora Claudia Pinto, una mujer, Fabiola, toma una decisión importante en su vida. Tras la pérdida de su marido en un accidente de submarinismo, Fabiola decide huir de su entorno más próximo a fin de resolver su duelo. Detrás, deja a su hija y a su propio padre, un hombre atormentado por su pasado, de los que hace tiempo que parece que se ha distanciado, recluida, atrapada en su dolor. Pero ni César, su padre, ni Gaby, su hija, están dispuestos a dejarla marchar sola en este viaje. Los tres se dirigen, así, a la isla que fue escenario de la infancia de Fabiola, un espacio físico y emocional que esconde todos los secretos de esta familia desestructurada por la calamidad. Gaby le reprocha a Fabiola su abandono, mientras se refugia en la complicidad de su abuelo, César tiene una cuenta pendiente con su padre, y Fabiola tendrá que salir de sí misma para poner de nuevo orden en su propia vida y la de aquellos que la rodean. De fondo, un paisaje. El mar.
Las consecuencias se estrena este viernes, 17 de septiembre, en los cines Lys de Valencia.
Me ha llamado la atención que, en esta película, te metas en un melodrama bastante complejo, lo cual creo que supone un desafío en un contexto en el que parece que, dentro del cine de autor, prima siempre el realismo. ¿Cómo te surge esta historia?
Pues fíjate que yo creo que la peli no es un melodrama porque, precisamente, el melodrama es un género en el que se trata de exacerbar y hablar de lo que sientes y de las emociones, y creo que esta película no hace eso. En todo caso, diría que es una tragedia, más que un melodrama al uso. Pero sí, está claro que es un drama poderoso. Pienso también que no deja de ser realista, lo que pasa es que es un tema que hace mucho tiempo del que no se habla. Me parecía fascinante poder entrar en ese territorio de poner la verdad sobre la mesa y no mirar hacia otro lado. Luego, la forma en la que está contada tiene un punto de thriller, de suspense, de no saber, de tener tú que construir el puzle. Y, además, tendría el elemento del paisaje y del entorno que hace que esa historia, que puede ser muy cruda, coja un aire distinto en el que, en muchos momentos, sustituye a la palabra.
Uno de los nudos del relato es la familia como receptáculo de secretos y conflictos. ¿En qué aspecto te interesa a ti ese núcleo familiar como centro de estos temas que abordas en tu película?
Pues, fíjate. A mí las distancias emocionales me interesan. Ya en mi película anterior, La distancia más larga, estuve trabajándolas. Me parece que la familia es el núcleo de todo, donde encuentras las cosas más esenciales. Quería contar una historia muy instintiva, muy de las emociones más básicas, el miedo, el deseo, el amor, y creo que la familia era un lugar ideal para entrar. En ese sentido, pienso que es una película que puede conectar con todos porque todos somos hijos de alguien. Antes o después, nuestras familias tienen cosas metidas debajo de la alfombra de las que no se hablan. El cine como espejo me interesa. Siempre digo que es una película de ventanas abiertas para que todo el mundo se meta y haga con ella lo que quiera. Si entraras en esa casa y en esa familia, ¿qué posición tomarías tú, desde un punto de vista emocional y moral?
Dos temas que creo que nutren la película son el pasado como carga vital y la idea de la verdad. Lo has sugerido antes, pero me gustaría que indagaras en ellos. ¿Dónde se esconde la verdad? Me refiero a aquello que presuponemos de los demás, pero que, en el fondo, no sabemos.
Sí, sin duda. Una es la herencia de las emociones, eso que se deja en el pasado, pero que no se resuelve y que vamos heredando de unos a otros. Y luego está lo que dices de la verdad. ¿Por qué cuesta tanto decir la verdad? ¿Hasta dónde mientes para proteger a la gente que quieres? Aquí la mentira se justifica con la protección. Hay un momento de la película en el que Carme Elías le dice a la niña: “no le cuentes nada a tu madre, se hundiría de nuevo”. Luego, el padre le dirá, “ve y cuéntaselo todo”. Ahí está el debate: si digo la verdad, duele, hace daño, pero esconderlo también hace daño. De todas formas, yo no pretendo responder nada, sino que cada quien se lleve la película a su casa y responda a sus preguntas.
Te preguntaba sobre la verdad porque me parecía que una cuestión importante de la película es cómo fabricamos una idea de los otros a través de lo que sabemos o no sobre ellos.
Claro, lo muestras y lo ocultas. En ese sentido, nosotros trabajábamos mucho la idea de superficie y profundidad. Está la cara que muestras a los demás, y luego lo que realmente está pasando. Era muy interesante trabajarlo, desde el subtexto, con los actores, porque los personajes casi nunca dicen realmente lo que sienten. La emoción se expresa con la música, con el paisaje, con el sonido… Lo que muestras y lo que callas es una línea muy interesante que el mar también nos ayuda a narrar. Es como un volcán en erupción. Siempre hay un trozo del volcán que ves, la punta, pero en el fondo está ese magma que está queriendo salir. Es una metáfora de la propia historia familiar.+
Como dices, la película se sostiene en un juego de miradas sobre los actores. ¿Cómo fue el casting? ¿Cómo trabajaste ese elemento del sobrentendido? Yo diría que no es solo una película de miradas. Las expresiones faciales también son muy importantes.
Sí, mucho. Hicimos un trabajo minucioso de interpretación. Se trataba de crear un clima de intimidad en el que tú pudieras, aunque no te lo digan, saber qué está pasando dentro de ellos. Ahí había varios elementos. Primero, la interpretación. Es un casting de lujo, la verdad. Está Juana Costa, en un registro bastante diferente al que estamos acostumbrados, Alfredo Castro, uno de los mejores actores iberoamericanos, María Romanillos que se llevó el premio en el festival de Málaga en su primera peli, con catorce años, y Sonia Almarcha, que me parece una actriz sensacional, me encanta. Y bueno, Carme Elias que es un poco mi musa, con la que ya trabajé en mi película anterior, y claro, Héctor Alterio que hace esta pequeña participación, ha sido un lujo contar con él. Estoy muy contenta con el casting. Creo que es una de las cosas que se puede ofrecer, el hecho de que es una película bien interpretada.
Hablabas antes de la isla, del paisaje. Tengo que decir que me ha sorprendido porque Fabiola, tu personaje protagonista, huye de sus conflictos e intenta buscar en ese espacio una salida. Sin embargo, la isla tiene dos caras. Es, al mismo tiempo, liberación y cárcel. ¿Cómo trabajaste ese concepto?
La ambigüedad era algo que yo suelo buscar todo el tiempo. Me parece interesante cuando entras en territorios tan humanos, de seres imperfectos, como somos todos. Por ejemplo, mientras ella sale a la superficie, mientras va despertando, César se va hundiendo. Se trataba de buscar estos contrastes. La isla, efectivamente, es liberadora para ella, pero para él se trata de volver a un pasado del que huyó. No quiere enfrentarse a sus fantasmas. Esa isla no es ni buena ni mala, es las dos cosas a la vez. César no es ni bueno ni malo, es víctima y victimario, y así con todos los elementos de la película.
Me gustaría preguntarte por la relación que tienes, a nivel cinematográfico, con la isla. ¿Cómo has trabajado ese espacio? Por un lado, lo muestras, pero, por otro, parece que ocultas muchas cosas. Diría que, de alguna forma, segmentas la mirada del espectador para que entre en esa impresión de encierro que sienten los personajes.
Bueno, el tema del espacio es algo parecido. Al principio parece claustrofóbico, pero luego puede ser también liberador. Al final, cuando ellas están mirando el amanecer, ese horizonte también es liberador. Por eso te hablaba de que, a veces, el paisaje sustituye a las palabras. Ya en mi película anterior, que sucede en el Amazonas, el espacio adquiere una importancia fundamental, como un personaje más que forma parte del mundo que propone la película. En ese sentido, la isla era muy importante. No solo se trataba de verla, se trataba de sentirla.
Me ha interesado mucho el trabajo de fotografía. Me parece que Las consecuencias es una película que está muy pensada para la pantalla grande. Creo que aquí el formato es relevante a la hora de apreciar o no ciertas sensaciones. Ahora que está este conflicto sobre cómo vemos las cosas y la supervivencia de la sala de cine, y relacionándolo con tu película, ¿qué piensas de esto?
Fíjate que yo a veces siento que estoy haciendo promoción de la película, pero también del cine. Creo que es algo que tenemos que hacer entre todos porque, al final, nos vamos a quedare sin él. Creo que el cine tiene que reubicarse, pero hay cinéfilos a los que nos gusta seguir acudiendo a la sala. Volviendo a la película, es que, cuando tú te sientas en la sala, ves y escuchas de una manera particular. Ya no es solo por el tamaño de la pantalla, no es solo el sonido, sino porque, durante hora y media, te dejas cautivar por una historia que, a su vez, están viendo los demás. Esta es una película donde pasan muchas cosas, pero que tú puedes completar, que pide de ti, que te necesita, que es participativa. Por todo ello, aunque la situación no es la mejor, hemos decidido estrenar la película en salas. No quiere decir que no se pueda ver en una plataforma (de hecho, tiene participación de varias televisiones), pero el cine le aporta algo especial, es donde realmente puedes recibir la historia en toda su complejidad. Es una película envolvente, magnética, hipnótica, y todo eso ayuda a que tu atención esté allí, para que estés activo ante lo que está ocurriendo.
Otro tema que aborda la película es la superación de la pérdida. ¿En qué sentido te sientes implicada en ello?
Bueno, como bien dices, Fabiola es un personaje que va hacia la verdad, pero sobre todo va hacia la vida. Esas son las razones por las que Juana Acosta hizo la película. Juana tiene una energía muy vitalista, muy cercana a la propia isla. Para mí era importante que se sintiera que esta mujer no quiere estar mal. Ella quiere coger las riendas de su vida, de su destino, de su conciencia y de sus emociones, y salir de ahí. Por eso la idea de viaje me parecía importante, porque de alguna manera nos está hablando de ese motor que avanza. Hay pérdida, pero sobre todo hay ganancia. Son ganas de verdad, ganas de respirar. Al final, la película te invita a respirar.
Aunque ya me has sugerido algo, me gustaría que, para terminar, me hablaras de ese mar como sujeto del relato. ¿Qué relación tienes con él para haberlo convertirlo en un elemento tan central de la película?
Yo creo que el mar atrapa. Yo le tengo bastante respeto. Me encanta navegar, pero tengo mucho miedo a bucear, es algo que no haría en mi vida, y la película arranca así. El horizonte amplio que el mar te pone delante me genera mucha atracción, me hace sentir bien, pero cuando te metes debajo, me da mucha angustia. En ese sentido, esa relación con el mar está en la película, esa idea de horizonte amplio, pero que, por debajo, puede ocultar muchas cosas. Yo creo que el poderío del mar es innegable y en el caso de esta película es esta fuerza que lleva y trae. Se lleva cosas que quieres olvidar y te trae algunos recuerdos que igual no sabes que tienes. También va limpiando. En la película está el rumor de las olas que va llenando los silencios, como si hablara, generando esa especie de cadencia que hace que este viaje sea más sensorial. El mar era un elemento fundamental.
Las consecuencias es una producción mayoritariamente valenciana…
Es una coproducción con Bélgica y Holanda. Yo soy la productora española, pero, luego, está Els Vandevorst, que es la productora de Bailando en la oscuridad de Lars Von Trier o Quo Vadis Aida?, de Jasmila Žbanić, nominada al Oscar este año. Dentro de España están Televisión Española, À punt Media, el Insitut Valencià de Cultura, Televisión de Cataluña, con fondos europeos, holandeses y belgas. Pero las primeras ayudas que encontró el proyecto fueron de Valencia. Yo llevo veinte años aquí, pero ya me siento más valenciana que venezolana, he trabajado mucho para À punt, antes Canal 9, etc. Todo lo del mar se rodó en Valencia, la casa de Teresa es en Gilet, el pueblo donde sucede la fiesta es Marines Viejo, aquí en Valencia y, por supuesto, el músico es valenciano, el director de fotografía, la mayoría de autores de la película somos de aquí. O sea que, en ese sentido, es una producción bastante valenciana.
Como producción bastante valenciana y viviendo aquí, te pediría una reflexión sobre nuestro sector audiovisual. ¿Cómo lo encuentras?
Lo pensaba en Málaga. Nuestra película ganó el premio de la crítica y el premio a la mejor interpretación femenina de reparto para María. Pero también estaba Lucas, de Álex Montoya, que ganó en Zona Cine los tres premios más importantes. Luego, Chema Ibarra ganó una mención en Locarno. Así que, cuando empiezas a ver lo que está pasando con los realizadores y las películas valencianas, dices, “cuidado que hay bastantes cosas que están sonando”. Creo que hay directores muy valientes que están apostando por tener un lenguaje propio y eso dará sus frutos antes o después. Me parece que la Academia se está moviendo bien, ahora vienen los Goya a Valencia, el propio año Berlanga… Es decir, hay un movimiento que se empieza a notar con fuerza, como ese mar de fondo que está ahí y que estoy segura de que va a traer grandes alegrías para la comunidad. Yo lo veo con entusiasmo. Mira que todo el mundo está muy bajo de energía, pero yo siento que está yendo bien y que va a ir mucho mejor.