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«Lo que entendemos por comedia en España son estas películas de mayor presupuesto que funcionan en taquilla»

GUILLERMO POLO (Gala inaugural de Cinema Jove 2024)

Tras una ya larga carrera en el terreno del cortometraje y en el sector audiovisual, el valenciano Guillermo Polo inaugura este año el festival Cinema Jove con la proyección de su ansiado debut en el largo. Lo carga el diablo cuenta la historia de Tristán, un hombre que lleva una vida anodina como empleado de una empresa que se dedica a la fabricación de esos sobrecitos de azúcar que te ponen en los bares cuando pides un café. A pesar de su carácter tímido y sumiso, Tristán tiene una aspiración secreta: convertirse en escritor. Pero se siente frustrado. Lleva años trabajando en su primera novela (que rechazan todas las editoriales) y su único trabajo creativo se reduce a redactar esos lemas ingeniosos que encontramos en los sobres de azúcar.
Un día, Tristán recibe un extraño encargo. Su hermano Simón ha muerto y, en sus últimas voluntades, le pide que le haga un último favor: enterrarlo a los pies de un árbol que les servía a ambos de espacio de juegos en su infancia en la ciudad de Benidorm. Eso y ocuparse de su perro. Al principio, Tristán se desentiende de esa última demanda de su hermano, al que hace años que no había visto y cuya muerte parece relacionada con unos turbios negocios entre traficantes. Pero una suculenta recompensa lo persuade, dando comienzo, así, a un insólito y surrealista viaje por carreteras secundarias de la geografía española. En el camino, conoce a una chica, Álex, con la que no comparte nada, pero que, a la fuerza, le seguirá. Mientras, otro extraño personaje persigue a nuestros protagonistas para hacerse con su botín. Hablábamos con Guillermo Polo sobre este estreno. G.LEÓN

Es tu primer largo. ¿Cómo te sientes?
Yo creo que hacer una película es ya un gran logro, especialmente si es un proyecto que nace de uno y tienes que buscar todos los apoyos para levantarlo. Supongo que habrá directores que consiguen financiar su película más rápidamente, pero en nuestro caso ha sido un proceso de bastantes años que, en muchos momentos, ha podido pender de un hilo por el hecho de contar con una ayuda o con que entre una productora más en un momento dado. Pero bueno, yo estoy muy feliz de haber llegado al final del camino. De hecho, el rodaje fue para mí un paseo porque, como productor de la peli, he estado tan metido en esa parte de la financiación que, cuando llegué a encender la cámara en el set, más allá de ir corriendo en contra del reloj, fue un disfrute absoluto.

Te iba a preguntar precisamente por esa parte de la financiación. Aparte de las ayudas valencianas del IVC y À punt, contáis con ayuda del gobierno de Canarias. ¿Cuál ha sido el aspecto más complicado de la producción?
A nosotros primero nos concedieron la ayuda de Valencia, pero luego estalló el Covid, con lo que hubo una excepción con el tema de los tiempos y la financiación. En ese proceso, fui buscando más mercados por los que mover la película. Afortunadamente, en esa fase, el proyecto funcionó muy bien. Estuvimos en Málaga, en Abycine [Festival Internacional de cine de Albacete], y también en Canarias. Lo de Canarias fue una de esas pequeñas decisiones que dependen de un pequeño detalle. La noche que cerraban la convocatoria del mercado de Canarias, entré por casualidad en la web, y dudé. De hecho, le escribí a otro de los productores de la pelí y le dije: no sé, ¿nos presentamos? Lo mandé y a la semana nos dijeron que nos habían seleccionado. Fue allí donde conocí a Volcano Films, que se unieron al proyecto. A raíz de eso, pedimos la ayuda de Canarias. No salió el primer año, pero sí al segundo. Luego, en Abycine acabó entrando la última productora que fue Batiak Films. Entonces fue cuando nos juntamos todos, Japonica Films, que es de Barcelona, Los hermanos Polo, nuestra productora, Volcano, y Batiak Films, que son de Madrid. Y ya entre las cuatro, pudimos armar la financiación. De pronto, haber hecho un clic de última hora nos cambió la perspectiva de la peli. No sé cuántas veces me he preguntado, si no hubiera salido la ayuda de Canarias, ¿qué habría pasado?

¿Cuál es el origen de esta historia tan loca?
(risas) El primer tratamiento del proyecto lo escribí en el 2011. La idea parte de una situación muy anecdótica. El casero del piso que yo tenía en Valencia antes de irme a Madrid nos contó que su madre había fallecido y que, entre otras cosas, le había dejado a su gato. No es que se lo hubiera dejado en herencia, pero, de repente, el hombre tenía que lidiar con el gato de su madre. Era un abogado bastante surrealista al que no le gustaban demasiado los animales. El tío estaba como atormentado con el tema, pero, al mismo tiempo, pensaba que eso era lo único que quedaba vivo de su madre. Tenía que lidiar con el animal, pero, a la vez, no sabía ni cómo darle de comer. A mí me hizo gracia esa situación.  De ese germen de idea a lo que ha salido en la peli ha habido muchos rodeos (risas), pero el perro que, de alguna manera, sale en la peli, es la representación de este gato. Poco a poco, la relación de Tristán con este perro se fue convirtiendo en el reflejo de la relación que tenía con su hermano. Esa idea de reconciliarse o de intentar conectar con la persona fallecida con la que tenías muchas preguntas pendientes sí que ha quedado impregnada en la película. Luego, el tono de comedia negra, la forma de road movie y todos los elementos que tiene la película ya fueron tomando forma en el propio proceso de construir la historia.

La película nos habla de la familia como ese nudo al que, queramos o no, siempre nos sentimos atados. Considerando que los protagonistas son dos hermanos y tú tienes esa relación creativa con el tuyo, ¿qué hay de vosotros en la película o en los personajes?
(risas) Sí, es una pregunta que nos han hecho, pero afortunadamente yo tengo una buena relación con mi hermano, hasta el punto de haber montado juntos nuestra productora y habernos dedicado ambos al cine. Obviamente, todas las relaciones de hermanos tienen sus vaivenes y supongo que, en ciertos momentos, cada uno nos podemos representar en cada uno de los dos hermanos de la ficción, pero no creo que sea un retrato fiel de nosotros. Se trata de ese juego de amor/odio que pueden tener entre sí, aquello de “no puedo vivir contigo ni sin ti” y que en la película se materializa en el viaje.

Una de las ideas que podría resumir el viaje de tu protagonista estaría contenido en este lema que encarna el propio Tristán y que vendría a animarnos a perseguir nuestros sueños. ¿Hasta qué punto haces tuya esta reflexión?
Yo sí creo que hay un paralelismo entre el viaje del personaje y el mío propio con la película. Toda la gente cercana que me conoce sabe que llevo muchos años hablando de la película y, al final, pareces un lunático que habla de lo que no existe. Es la naturaleza del cine. Como le escuché decir a Guillermo del Toro el otro día en una declaración: el estado natural de una película es que no se haga. Yo hago mía esa reflexión. En la reciente exposición de Berlanga [realizada en el centro Caixaforum de Valencia] vi también la cantidad de películas que tenía por hacer y que nunca había llevado a cabo. Al final, te conviertes en un charlatán que habla de proyectos que no se han materializado hasta que consigues hacerlo. Por eso yo me he sentido reflejado en Tristán y en esa novela que no consigue publicar y como, de alguna manera, se ve sumido en esa ensoñación o rutina en la que vive. En ese sentido, yo creo que los sobrecillos de azúcar que escribe vienen a ser el reflejo de su estado vital. Por un lado, está intentando transmitir estos mensajes motivacionales e inspiradores a los que intenta darles su toque personal y, a la vez, su vida es todo lo contrario. Ese descubrimiento creativo y de identidad que tiene en la peli y en la propia vida queda reflejado en esas pequeñas cosas, y creo que tratarlo con sarcasmo e ironía era parte del juego.

Y ahora que ya has terminado el proceso y se ha cumplido el ciclo, ¿cómo dirías que responde la película a esas expectativas creadas?
Al final, aparte de dedicarte al proceso cinematográfico, tienes que ser casi adivino porque tienes que escribir algo que tiene que interesar a cinco o seis años vista. La parte de dilatación en el tiempo tiene algo positivo y es que vas meditando, madurando y filtrando todo lo que sobra de la película. Pero, por otro lado, tiene ese punto de frustración. Tienes miedo a que salgan por el camino proyectos parecidos, por ejemplo. Ahora, con toda la exposición que tenemos a las redes, ese input es casi instantáneo. A mí se me han ocurrido pelis que, entre que las he pensado, se han hecho y ni siquiera había llegado a crear una primera versión de guion. A lo mejor, en tiempos pasados era más difícil levantar los proyectos, pero por otro lado creo que la gente vivía un poco más en paz en cuanto a no tener una exposición constante a lo que se está haciendo. Yo creo que eso ahora es un mal que afecta a muchas áreas, pero en el cine te puede generar esa ansiedad de que tienes que hacer las cosas con prisa, cuando, a la vez, el proceso de creación te pide mucha pausa y meditar las cosas. Para mí terminarla ha sido una mezcla entre alivio y ganas de cerrar este capítulo, que la película haga su viaje. De alguna manera, es como si me hubiera despedido de ella, como una especie de luto. Ahora hay que dejarla marchar y ponerse con lo siguiente.

Como ya has dicho, la peli es claramente una road movie. Yo creo que uno de los retos más complejos de este género es que, si bien por un lado te marca el camino que sigue la narración, el viaje, por otro, parece difícil sostener en el tiempo el interés dramático por el mismo. ¿Con qué hechos relleno ese espacio entre le punto de partida y el de llegada? ¿Cuál ha sido, en ese sentido, tu mayor desafío?
Yo creo que lo más complejo que tenía este guion es que es una road movie con muchos detalles que se afectan unos a otros para que la trama tenga sentido. Ya la propia premisa que origina el viaje tiene un planteamiento un poco rocambolesco. Por otro lado, mantener la esencia del mensaje de la peli y no perder de vista al personaje, que es un poco pasivo (cuando muchas veces en estas películas el personaje principal busca algo de una manera más proactiva), ya era una dificultad porque no queríamos que todo lo que sucediese alrededor de Tristán se resolviera siempre de una manera externa. En ese sentido, cualquier cosa que tocábamos chocaba con muchos problemas narrativos. ¿Cuál era el origen del viaje? ¿Qué había sucedido para que quien le está persiguiendo tuviera sus propios motivos para hacerlo? Había muchos detalles que complicaban la historia, lo que nos forzó a hacer muchas versiones de guion.

¿Qué dirías que es para ti lo más difícil a la hora de hacer una comedia?
Para empezar, cada vez que nos reuníamos con productoras, plataformas o televisiones, por ejemplo, en el momento que nombrabas la palabra «comedia» se encendía como un piloto de alerta porque lo que entendemos por comedia en España son estas películas de mayor presupuesto que funcionan en taquilla. Pero si encima dices comedia negra, te das cuenta de que cada persona tiene una idea de lo que significa eso. En nuestra película, la clave era que los personajes se tomarán en serio las circunstancias que estaban viviendo. Y yo creo que eso lo conseguimos transmitir. Muchos actores, cuando se meten en el código de la comedia, enseguida buscan marcar constantemente el gag para que el espectador sepa que estás haciendo una broma, y aquí buscábamos lo contrario. Otro problema fue encontrar referentes españoles donde mirarnos. Muchas veces encontraba más referentes en el cine argentino, en pelis americanas o europeas indies, que también lo tienen, que en España.

¿Qué significó para vosotros contar con Pablo Molinero en el reparto?
A Pablo lo había visto en La peste y luego lo fui viendo en otras películas recientes. Y la verdad es que se involucró mucho. En el guion han participado tres guionistas con los que he hecho muchas versiones. Pero la última fase la hice el verano anterior a grabar la peli, en el que estuve como una semana en casa de Pablo, donde fuimos tocando todo, según veía si funcionaba o no. Con lo cual, luego, cuando fuimos al rodaje, todo funcionó muy bien porque estaba muy asentado, especialmente la relación de Pablo con Mero [González, que interpreta a Álex], que era lo principal de la peli. Ahí ya solo fue cuestión de ajustar, más que de tocar algo de la raíz. Eso facilitó que no hubiera bloqueos en los que cada uno estuviera entendiendo una cosa diferente.

El resto de personajes componen una especie de muestrario de frikis difíciles de clasificar. ¿De dónde salen?
Sí (risas). El primer contacto que ves con eso es que hay rasgos diferentes, tanto de aspecto como de facciones y de caracterización. En ese sentido, queríamos poner sobre la mesa el hecho de cómo tendemos a encasillar ciertos tipos de cánones, cuando en el mundo tenemos toda esa variedad, tanto racial como de composiciones. Ese era un aspecto que yo quería introducir en la peli de una manera natural. Por otro lado, el propio viaje del personaje nos adentra en un universo un poco onírico donde Tristán va descubriéndose a sí mismo y, a la vez, va descubriendo esos paisajes y lugares. Una cosa que yo hablaba con Pablo era que Tristan, más que una persona que ha vivido toda la vida alejada del lado más salvaje de la vida, en realidad siempre ha sentido una cierta atracción, igual que su hermano. Es solo que él lo tenía dormido. En cuanto empieza el viaje, se despierta en él una cierta curiosidad, y es ahí, en esos personajes, en los paisajes o en los edificios, cuando empieza a encontrar su inspiración para su novela.

De alguna forma, cada uno de estos personajes tiene su pequeña intrahistoria. ¿Qué dificultades encontraste a la hora de encajar todos esos pequeños relatos en la narración principal?
Yo creo que algo que tienen en común las road movies es eso, que conforme vas haciendo paradas en el viaje, te vas encontrando con personajes que pueden despertar algo que te deja ganas de saber más de ellos. Es algo que todos experimentamos cuando viajamos. Es esa persona que te encontraste en un café, en un restaurante, en un parque y con la que, de pronto, tuviste una conversación breve, y luego te quedaste fantaseando con cómo podrías de su vida. Se trataba de transmitir eso, que hubiera una experiencia de viaje en el espectador y que, conforme se fuera encontrando con estos lugares, le generara ciertas preguntas. ¿Cómo sería el día siguiente aquí, en este sitio?

Hay en la película, y también está en algunos cortos cuyos, como Me enamoré, una querencia por esta España popular, un poco de cañí, de bares, de hostales de mala muerte, de gasolineras en mitad de la nada, etc. ¿De dónde te viene esta fijación por estos elementos?
En el año 2011 me fui a vivir casi cinco años a Los Ángeles, a Estados Unidos. Cuando me fui allí, tenía un cierto bloqueo creativo en España con respecto a lo que yo quería hacer cinematográficamente. Admiraba muchas cosas del cine español, pero en ese momento estaba un poco bloqueado sobre hacia dónde debía tirar para encontrar mi propia voz. Había aspectos, desde cómo se planteaba la interpretación o la parte estética, que no acababa de encontrar. Por otro lado, también tenía muy idealizado cierto cine indie americano, igual que otro europeo. Un Kaurismaki, Jarmush, los Cohen…  me fascina y me interesa mucho cómo enmarcan visualmente tanto personajes como los espacios, y aunque a veces sean aproximaciones más expresionistas, me preguntaba por qué no podía hacer lo mismo aquí. Entonces, cuando me desencanté de muchos aspectos de esa cultura americana, al volver a España, recuerdo que tuve una especie de “re-enamoramiento” o un flash. Esa mujer que está comiéndose un churro en la barra de un bar, al taxista que llevaba sus colgantes y su cruz y sus banderitas, de pronto todo eso me parecía muy cinematográfico y quise encontrar una manera de congeniar esas dos cosas, una mirada más fotográfica o expresionista con algo que fuera auténtico español. Y eso es un poco lo que he intentado poner en práctica, tanto en ese videoclip, que fue como un primer ensayo, como luego en la película.

Yo creo que Benidorm conjuga un poco todas esas cosas. ¿Qué tiene Benidorm que nos repele y nos atrae el mismo tiempo?
Sí, yo creo que Benidorm resume muy bien eso. Desde esa cultura anglosajona a esa idea de metrópoli que querían plantear ya en los años sesenta, setenta, y que genera ese lugar tan surrealista; me parecía muy buena idea acabar el viaje allí. Desde entonces, he visto muchas cosas que han seguido esta misma línea, tanto en videoclips, como en películas que se han hecho en Benidorm. De alguna manera, parece que hay muchas personas que también han llegado a estas conclusiones. Pero sí, me parecía interesante acabar el viaje ahí por todo eso que simboliza.

Lo has comentado antes, pero no quería dejar de preguntarte por las referencias. Yo veo también a un David Lynch escondido por ahí, quizá en el trabajo de fotografía, la aparición de lo extraño…
Sí. A mí me interesaba mucho la referencia de la pintura de Hopper, por ejemplo. Me interesan también fotógrafos como Eggleston, Stephen Shore, Mary Frey… Yo, de hecho, hice un libro de fotografía hace tres años sobre toda mi experiencia en Los Ángeles que creo que está muy conectado con la peli, con esa mirada. Referentes tengo muchos como cineasta. Luego, hay referentes que pueden interesarme como espectador, pero a lo mejor no tanto cuando me pongo en la práctica de creador. Pero, sí, todo este universo.

En la presentación de Cinema Jove, se dijo que el cine valenciano estaba en la Sección Oficial por derecho propio. ¿Cómo ves la situación general como cineasta valenciano?
Yo estoy de acuerdo con lo que comentó Carlos [Madrid, director del festival]. Está habiendo un crecimiento muy potente. Tenemos a Lucía Casañ en Shanghai, (tengo muchas ganas de ver su peli Un bany propi; el director de foto también trabajó en nuestra peli), tenemos a Elena López Riera recientemente en Cannes, tenemos Valenciana también en la sección oficial, La casa [de Álex Montoya] que está funcionando muy bien… Hace diez años tuvimos ese boom del cine andaluz, con La isla mínima y todas estas producciones que, de pronto, se pusieron en el mapa nacional e internacional, y me gustaría pensar que puede suceder algo parecido con el cine valenciano y que, por méritos propios, las películas ganen también interés y respeto, tanto nacional como internacionalmente. Yo siento que hay una generación, no necesariamente de edad, sino en un margen de veinte años, que están haciendo cosas con ambición y con ganas de que las pelis recorran el mundo.

¿Cuáles dirías que son esos dos o tres ejes que crees que debería seguir el cine valenciano para lograr esas metas?
Bueno, primero estar conectados con la actualidad, con lo que ya se está haciendo, con cuáles son los intereses actuales, con cómo hemos ido cambiando socialmente. Y lo mismo con el lenguaje visual y narrativo. Creo que se está apostando por contar las cosas de otra manera y que, sin perder la esencia de lo que pueda ser más local o lo que, a un nivel personal, te toque, intentar encontrar esa historia que pueda obtener un interés más allá de Valencia. Si lo extrapolas a un caso más conocido, sería lo que significa un Almodóvar fuera de España, cómo ha logrado que, a través de él, interese ese imaginario de lo que es lo español. Pues creo que lo mismo, pero de lo que somos aquí, fuera. No sé, ya veremos.

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