En su gira promocional, no solo nacional, sino internacional, me concede una entrevista Santiago Posteguillo. Le felicito ante todo, pues desde hace semanas es el flamante ganador del prestigioso Premio Planeta de Novela 2018. Se alzó con este galardón gracias a su novela Yo, Julia en la que rescata del olvido la vida y la memoria de la emperatriz más poderosa de la antigua Roma, Julia Domna, una mujer que transformó su entorno y cambió el curso de la historia para siempre. GINÉS J. VERA
Abre la novela Yo, Julia con un poema de Robert Graves, es innegable caer en la similitud con el título de Yo, Claudio, la obra más conocida del escritor británico. ¿Qué otros guiños con aquella novela van a encontrar los lectores y por qué se decidió por este título?
Bueno, que Yo, Julia es, en sí misma, una novela como la de Yo, Claudio, en tanto en cuanto el emperador Claudio nos cuenta cómo es su dinastía y en Yo, Julia lo que se cuenta es como Julia construye otra dinastía imperial. Y, aparte, hay otro guiño al principio con el poema del propio Graves que pongo, en la medida de que lo incluyo porque a Graves le gustaba que le recordaran más como poeta que como escritor de novelas históricas. Entonces, quería poner un poema para que la gente supiera que Graves era un poeta y, además, un poema en el que describe a una mujer de manera que cada vez que lo leo me parece que estuviera describiendo a Julia con Severo.
Háblenos del carácter de Julia Domna, forjado quizá desde su infancia, aunque en la corte se supo rodear de una atmósfera de filósofos e intelectuales, matemáticos, poetas…
Sí, ahí hay varias cosas. Por un lado, Julia fue una mujer forjada en una familia aristocrática de Emesa, en Siria, educada en varios idiomas: en arameo, en latín, en griego; una mujer en ese sentido culta, inteligente, y como inteligente que era, y sin complejos, sabiendo que rodearse de círculos de poder inteligente le reportarían buenos consejos, que le aportarían sabios consejos, que le ayudarían a conseguir sus objetivos. Algo que echo muy en falta hoy en día donde los políticos actuales se suelen rodear de palmeros, o de idiotas, o de inútiles, y, sobre todo, de mediocres. Y entonces, claro, obtienen consejos mediocres y así nos va.
Que Yo, Julia se estructure en cinco partes obedece, leemos, a cinco grandes enemigos de la protagonista a quienes intentó bien destruir bien sobrevivir, pero ¿por qué decidió escoger a un médico, al famoso Galeno, para que narrase esta fascinante historia?
Aunque hago el guiño y el homenaje a Yo, Claudio, tampoco tienes por qué hacer la novela igual. Atarme a una primera persona todo el rato me incomodaba en la forma que yo tengo que narrar; entonces, están esas pinceladas en primera persona, y se entiende que el resto que cuento en tercera persona es como si eso cobrara vida. Pero quería también alguien que me permitiera reflexionar sobre lo que hace Julia, que fuera ella misma. Y para reflexiones profundas necesitaba un intelectual. Cuando descubro que Galeno no solo fue el médico de Marco Aurelio y de Cómodo, sino también de la siguiente dinastía, médico de la propia Julia, me digo: hombre, es que aquí tenemos un personaje de una entidad que sería una pena desaprovecharlo. Por eso le he dado ese protagonismo como narrador, como relator de su historia, y creo que queda muy bien cómo él empieza a escribir desde la sorpresa con lo que está haciendo Julia y acaba escribiendo desde la admiración.
De Galeno se puede hacer tranquilamente una novela, o dos o tres. Yo creo que son esos grandes personajes que tú te centras en otro y le dan una gran profundidad al relato. Y luego hay unos diálogos entre Galeno y ella…
Las barreras que se encontró Julia Domnaen su época no parecen diferir mucho con las que encuentran muchas mujeres en la actual. Quizá por ello nos resulte tan cercana al ver que en un mundo de hombres se vale de su inteligencia, su astucia y su belleza. De algún modo, ¿la lectura de Yo, Julia puede hacernos reflexionar sobre esto? ¿Hay algo de reivindicación en esta obra?
Sí, hay una reivindicación real de que “la historia, hasta hace poco, ha sido escrita por hombres y nos hemos centrado en contar solo la historia de los hombresla historia, hasta hace poco, ha sido escrita por hombres y nos hemos centrado en contar solo la historia de los hombres; una narración incompleta. Es verdad que en sociedades machistas había más hombres en posiciones preeminentes que mujeres, pero no es menos cierto que también había unas cuantas mujeres muy importantes que también han quedado silenciadas. Y yo creo que eso no está bien. Y además, desde el punto de vista literario, suelen ser personajes formidables, porque tienen que sobreponerse precisamente a unas dificultades mayores incluso a aquellas dificultades a las que se enfrenta un hombre. Y el conflicto es genial para una novela.
Ya la historiadora que me rescata al personaje en el siglo XXI, la profesora Barbara Levick, es una mujer rescatando a otra mujer, ella decía en su biografía sobre Domna que no entendía cómo no había ni novelas ni películas sobre este personaje. Te lees la biografía y dices: pues es verdad, no lo entiendo. Entonces, la película no dependía de mí, pero la novela sí. Pues lo reitero, he hecho la novela.