Sucede que hay momentos en la vida en los que todos los problemas se presentan a la vez. Esto es algo que podrían pensar Alex y Noémie, los protagonistas del primer trabajo largo de la realizadora belga Ann Sirot. Madly in life nos muestra, así, a una pareja en los treinta que está a punto de tomar una decisión relevante: tener un hijo. A las dudas y conflictos habituales (¿es el momento adecuado?), se suma otro inconveniente. De repente, la madre de Alex, Suzanne, empieza a tener comportamientos muy extraños. Al principio, esos comportamientos se achacan a simples despistes o extravagancias, pero, según se va pasando el tiempo, Alex y Noémie empiezan a darse cuenta de que aquí hay algo más. Tras una visita al ginecólogo, Alex descubre que su madre padece «demencia semántica», un trastorno neurodegenerativo que parece que la aboca a sufrir una especie de regresión a su infancia, junto con notables pérdidas de la memoria. Todo ello obliga a Alex a atender a su madre y acogerla en su casa. Pero esto complicará su convivencia con Noémie, que ve sus planes frustrados.
Con un destacable sentido del humor, Ann Sirot se adentra en los problemas de las enfermedades degenerativas para construir un bello paisaje humano. A diferencia de otras producciones que han abordado estas cuestiones, Madly in life no hace sangre de la herida, sino que intenta curarla llevando a los espectadores por el camino de la comprensión y el afecto como remedios ante ciertos dramas vitales y existenciales. Pero, como nos comenta la realizadora en esta entrevista, ese humor soterrado que nos allana el camino no implica que las cosas aquí no se tomen en serio.
La historia se basa en un suceso real. ¿Podrías contarnos cuál fue la génesis de la película?
Sí, la película se basa en hechos reales, personales, y refleja lo que hemos aprendido o deducido después de vivir nosotros mismos esta experiencia que contamos en la película. Fue una aventura muy intensa con momentos diferentes, y lo que quisimos fue compartirla con el público, tanto los momentos más difíciles, como los momentos más felices de esta historia.
La película muestra a los personajes en un cruce de caminos. Justo en el momento en el que se están planteando dar el paso a la paternidad, la madre de él se pone enferma y Alex tiene que acogerla, lo que supone un gran problema para sus planes. Este es un conflicto que las generaciones anteriores quizá asumían con más facilidad. Sin embargo, para las generaciones más jóvenes parece un gran conflicto que paraliza sus vidas. ¿Qué ha pasado? ¿Qué diferencia hay entre las generaciones anteriores y las actuales?
Sí, puede haber una diferencia, pero, en realidad, esa experiencia en la que un hijo tiene que cuidar de sus padres es un momento de la vida que es universal. No importa la edad ni la generación, es un momento complicado. El problema es que en Bélgica y en Francia no se suele cuidar mucho a los padres y se suelen llevar a centros para jubilados. Aunque bueno, con esto del Covid los hijos han preferido quedarse con los padres en sus casas. Pero, como digo, es un momento importante de la vida. No importa si tienes que ponerlo en un centro de atención o tienes que emplear a alguien para que cuide de él. En este caso particular, lo que pasa es que lo normal es que cuides a los padres cuando tienen una cierta edad, cuando tienen setenta u ochenta y cinco años, pero lo que pasó es que nosotros tuvimos que ocuparnos de nuestro padre cuando tenía 60 años, que es una edad relativamente joven. Para nosotros fue un giro en nuestra vida adulta, pero era lo que había que hacer.
En relación a esto, uno de los temas de la película es el paso a la madurez. No a la madurez de la edad, sino a una madurez interior. ¿No nos hacemos maduros hasta que nos ocupamos de nuestros padres, hasta que ocupamos su sitio?
Sí, estoy de acuerdo. En el momento en el que uno se ocupa de su padre es el momento de una especie de emancipación obligatoria. Llevamos toda la vida tratando de emanciparnos, pero este paso, cuando tienes que ocuparte de tus padres, es obligatorio, no tienes otra elección.
El personaje de Suzanne es muy importante en la película. Podríamos decir que es el que revela lo que está escondido en la pareja. Es el catalizador de sus problemas. ¿Cómo construisteis ese personaje?
Eso se puede compartir entre la personalidad de Suzanne y su enfermedad. De hecho, su enfermedad cristaliza las reacciones ante todo, pero, y esto está acentuado por la enfermedad, revela lo artístico que hay en cada uno de los personajes. Por ejemplo, en el caso de Alex, ella quiere que coja otra vez su guitarra, que haga música y cosas así. La enfermedad obliga a los demás a revelar esa parte artística que todos llevamos dentro. Eso se muestra cuando Alex entra en el mundo de Suzanne, cuando acepta montar la exposición que están haciendo con los dibujos de Thelma y aparece esa parte artística de su hijo.
¿Dirías que el problema de Suzanne expone la parte algo frívola de los problemas de la pareja?
Los problemas de la pareja son problemas que cualquier pareja puede tener. Pero, al final, el problema no es la enfermedad de Suzanne en sí misma, sino la reacción que tiene él con respecto a la enfermedad. La enfermedad se vive de modo diferentemente, dependiendo de los personajes. Alex es el hijo biológico de la madre y eso le hace estar muy cerca de la enfermedad. Noémie, en cambio, toma más distancia. Entonces, es complicado encontrar el balance entre esas dos maneras de percibirla. De hecho, uno de los problemas que tienen es que Alex se vuelve muy pesado frente a la situación que están viviendo. Esa reacción se puede entender, pero el problema es que aplasta toda la felicidad que tiene.
A parte de este gran conflicto de la enfermedad, hay pequeños temas que van exponiéndose por debajo del relato. Uno de esos temas queda expuesto cuando se descubre que Suzanne tiene una gran deuda económica que pagar, lo que pone en peligro su jubilación. Con esto aparece en escena “el sistema”, el orden que controla nuestras vidas.
Sí, este problema familiar se traslada a la sociedad porque es un momento de la vida al que no estamos muy acostumbrados. Es algo que está en el corazón de nuestras vidas, en el centro de lo que vive el ser humano. De hecho, si quisimos hacer esta película es para invitar a hacer una reflexión todos juntos sobre la cuestión. Para volver al tema sobre que Suzanne revela la parte artística de las personas, en ese tipo de enfermedades, para que se superen bien, hay que ser exigente. Esa exigencia se muestra en el hecho de que hay que “inventar” soluciones. Ese proceso es, en sí mismo, una invitación a la creación. O por lo menos a una creación cotidiana, a cómo arreglárselas en la vida para resolver pequeños problemas, encontrar trucos para que salir de cualquier situación.
La película trata una cuestión dramática, pero la abordáis con humor. Hoy en día se corre el peligro de que siempre haya alguien que interprete que estás frivolizando con estas cuestiones. Ahora está muy en boga señalar a aquel que, por lo que sea, se interpreta que está frivolizando con un problema. ¿No habéis temido en algún momento que vuestra película cayera en esa mala interpretación?
Pues, de momento, estas malas interpretaciones no se han dado, pero es que, a pesar de que es una película que nos da risa, nosotros nos tomamos el tema muy en serio. Por eso no nos preocupamos mucho por esas malas interpretaciones, porque la risa está vinculada a esa especie de felicidad en la que parece que te sumerge la enfermedad. No es que nos riamos de la enferma, nos reímos de lo que hace. Hubo momentos muy divertidos, y eso forma parte de esta aventura. Al final, Suzanne es un personaje muy transgresor porque se permite cosas que, en el marco social, no se permiten porque nosotros nos lo prohibimos todo. De hecho, tenemos un marco de vida que es muy pequeño por culpa de las barreras que nos ponemos. Suzanne permite que ellos puedan abrir los ojos a todo lo que se puede hacer y que nos prohibimos por culpa del marco social.
Para terminar, quería que nos contaras cómo surge esa idea de convertir el dormitorio de la pareja en ese espacio metafórico.
Sí, como Suzanne ya propone creación, lo que pensamos fue mostrar esa creación a través de las imágenes de la película. Entonces, nos propusimos aplicar ese proceso creativo a la imagen. Pensamos, ¿por qué no podemos hacerlo? En la sala que están cuando van a ver al ginecólogo, por ejemplo, basta poner un color para que se entienda que estamos ahí. Es como si la propia Suzanne dijera: bueno, ¿por qué no se puede hacer así? (risas) Cuando su hijo se enfada con ella porque ha comprado otro coche solo para cambiar el color, se dice eso precisamente, ¿por qué no se puede hacer así?