“He querido plantear en esta novela la duda sobre la existencia de la libertad, del libre albedrío”

La escritora valenciana Mila Martinez acaba de publicar 22 (Egales), una novela  sobre la existencia del destino, las casualidades o hasta qué punto somos libres. Mila Martínez es autora de una serie constituida por: No voy a disculparme (2009), Tras la pared (2010), Autorretrato con mar al fondo (2011), La daga fenicia, (2013, galardonada con el Premio Fundación Arena de narrativa LGTBQ en su VIII edición) y Regreso a Eterna, (2018). Con el relato “Sin tocarte” participó en la antología Donde no puedas amar, no te demores (2016). También ha colaborado en la antología Cada día me gustas más (2016), con el relato “Paladares”. Sus últimas novelas son Mis noches en el Ideal Room (2016), La Esencia (2017) y 22 (2019).

Nuevamente sitúas tu novela en un escenario real, en este caso, en Valencia. Se mencionan calles y barrios emblemáticos como la avenida Blasco Ibáñez, el Paseo Marítimo, la Malvarrosa, Nazaret o el Cabanyal. También hay un guiño a Albarracín, a Altea, de nuevo, y a un local en L’Eliana. Háblanos de esta decisión argumentativa y de esos dos guiños quizá abriendo la novela a lectores de tus anteriores o de ese blog donde mantienes vivos a tus personajes novelescos.
Pienso que cuando una persona crea historias y vidas y las sitúa en escenarios existentes, la fuerza narrativa se multiplica al conceder a los lectores y lectoras la oportunidad de ubicarse con más realismo en esos escenarios, de hacer más verosímil la acción. Los entornos en los que sitúo 22, y también otras de mis novelas, suelen ser entornos que conozco muy bien, que me son cercanos y amados. No es casual que los haya elegido. Así como tampoco es casual hacer pequeños regalos a las personas que me leen, incorporando lugares que pueden identificar en otras novelas.

Uno de los pilares de esta novela, lo que reúne a los personajes protagonistas, es una investigación científica que se va a desarrollar en la casa de una doctora. Curiosamente en agosto y, más curiosamente, remunerada. Dos circunstancias que dan mucho juego: en agosto casi todo hijo de vecino quiere vacaciones y no dar un palo al agua (doble guiño), y lo de un experimento remunerado suena a panacea para lo que es nuestro concepto de investigación española. Coméntanoslo.
El hecho de haber elegido el mes de agosto suponía un grado más de dificultad para reunir a un grupo de gente dispuesta a realizar un trabajo conjunto y, al mismo tiempo, me permitía enfatizar la importancia de la fuerza del destino, que consigue que se reúnan a pesar de ese hándicap. Lo de remunerado, desde luego, es algo utópico dentro de la realidad, pero tampoco se lo íbamos a poner tan difícil al destino…

La desidia era la carcoma del amor, leemos. Porque además de la parte de aventura, de misterio, de suspense, hay amor. Y mucho. Ahonda si quieres en esa parte romántica de 22 sin la cual además no se llegaría al final tal y como lo leemos.
En efecto, quería hablar de algunas cosas en esta novela y me interesaba, ante todo, profundizar en las relaciones humanas en circunstancias extremas. Quería ahondar en las reacciones de las personas al enfrentarse a momentos críticos, en la posibilidad de que nazcan lazos especiales y, por qué no, descubrir sentimientos nuevos. En la novela, como ya sabrás, hay historias de amor. Y una de ellas, posiblemente la más entrañable, no lleva aparejada una relación sexual, lo que no quiere decir que no sea absolutamente profunda y especial.

Participar en la investigación científica que se plantea en la novela leemos que podía abrir una puerta a la esperanza a uno de los personajes. En realidad, a más de uno. “Cuando esperas algo, los días se hacen eternos”, comenta Francesca a Andrea. Creo que es uno de los temas de los que trata la novela, la esperanza, la fe, la autoconfianza y el saber leer las señales del destino además de si este es el rector o no de nuestros actos. ¿Nos hablas de estos temas vertebrales de 22?
Uno de los grandes protagonistas de 22, efectivamente, es el destino. He querido plantear en esta novela la duda sobre la existencia de la libertad, del libre albedrío. Quería inducir a pensar en si realmente somos libres o hay alguna clase de sistema que nos condiciona y nos lleva por sendas insospechadas. Y también aportar un poco de magia a esta vida tan complicada que nos hemos construido, en la que poco tiempo ni espacio queda para creer en lo que no se puede ver. Por otro lado, he querido transmitir la idea de que cada persona, en sí misma, es especial. Cada cual tenemos una virtud, un “algo” que nos hace diferentes. Quiero poner en valor esa diferencia.

Por último, coméntanos si crees que el destino está escrito para todos y si se puede escapar de él de alguna forma. Quizá haya un poder colectivo que sea más fuerte que el individual tal y como vemos en 22.
Esa es la gran pregunta que viene haciéndose el ser humano desde el principio de la autoconsciencia. Difícilmente podría yo contestarla. Creo que cada uno de nosotros tenemos una respuesta íntima a esta cuestión que guardamos celosamente en nuestro interior. Lo que sí está demostrado es que la conciencia y la acción colectiva transforman el mundo. Si nos unimos en la dirección adecuada podemos convertir este mundo en algo mejor. Justo lo que ocurre en 22.

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