Escoltados por sus abogadas, Myriam y Antoine se encuentran delante de la juez. En medio del proceso de divorcio, la pareja defiende sus posiciones ante la posibilidad de establecer un régimen de custodia compartida para sus hijos. Cada parte expone sus argumentos, dejando la decisión en manos de la magistrada. Así comienza el primer largometraje del realizador francés Xabier Legrand que, en nuestro país, se titula precisamente así, Custodia compartida, un crudo relato que aborda la siempre peliaguda cuestión de la violencia de género. Tras el fallo de la vista, Myriam y Antoine deben ponerse de acuerdo para establecer el régimen de visitas de su hijo pequeño, Julien. Pero el cuidado del niño es una excusa que oculta las verdaderas intenciones de Antoine, que busca recuperar a su pareja, a la que acosa de forma insistente con consecuencias dramáticas. G.LEÓN
Esta película tiene su base en un corto tuyo anterior, Antes de perderlo todo, que narra una historia parecida. ¿Qué te animó a trasladar ese relato a un largometraje?
Bueno, no es que yo me haya inspirado en el corto para hacer un largometraje. Al principio se trataba de abordar el tema haciendo una trilogía, es decir, tres cortometrajes. Pero cuando hice el primer episodio, encontré que el proyecto de los tres cortos era mucho más interesante si se unían en un largometraje. Iba a contar tres momentos diferentes de la relación de la pareja. El primer episodio, el corto que ya existe, es “la fuga”, y se sitúa en un solo día en el que ella se refugia en su lugar de trabajo y consigue huir del maltrato de su marido. Y ahí, para contar ese viaje atípico, el corto era lo más eficaz. Pero luego, para el proceso de divorcio, la implicación del niño y las consecuencias de esa nueva vida, me pareció importante y más profundo si se desarrollaba con más tiempo y se unían, porque una cosa no va sin la otra.
¿Cómo fue el proceso de gestación del guión? ¿Te basaste en lo que ya habías aprendido para hacer esa trilogía o inicias una nueva investigación de acuerdo a la nueva estructura?
Antes de empezar a escribir el guión, tanto de uno como de otro, hubo un momento de documentación. Consulté muchísimos libros, sociológicos, de ficción, hablé con muchas mujeres víctimas de violencia de género, también fui a grupos de hombres que se someten a la terapia, estuve también con los jueces, también hablé con los policías. Y una vez lo tuve todo, entonces empecé a escribir para crear una historia.
¿Y cómo fue el proceso? ¿Trasladaste directamente eso que te habían contado al guión o hay una aportación propia? ¿Cómo abordas ese traspaso de lo aprendido al relato?
Lo que intenté fue detectar los factores comunes que había en todas las historias que me contaban. Por ejemplo, el aislamiento de la víctima. Las mujeres no quieren que se les tome por víctimas. Son mujeres muy valientes. Las consecuencias también con los niños. Muchos niños, sobre todo los chicos, desarrollan un síndrome de hiper-protección (en el que quieren proteger a su padre). La manipulación de los hombres violentos, del agresor: cómo puede ser encantador, cómo consiguen obtener información, cómo consiguen demostrar que son personas buenísimas y hacer que reclaman, en apariencia, algo legítimo. La mayoría de las veces, cuando sucede la separación, cuando las mujeres deciden irse, justo después es cuando más se meten con sus propias mujeres, es cuando más homicidios hay. Con todo esto intenté escribir una historia testigo, en cierto modo, universal.
Custodia compartida es una película básicamente de actores, en la que consigues trasladar la intimidad de los caracteres de esos personajes que interpretan. ¿Cómo trabajaste con ellos para conseguir ese grado de profundidad?
Sí, con los adultos lo bueno es que ya habíamos hecho el corto juntos. Escogí a Léa Drucker y Denis Ménochet porque son actores impecables y porque se conocen muy bien y confían mucho el uno en el otro. Y, por lo tanto, esa intimidad ya existía desde antes. Luego se planteaba separar el trabajo psicológico del personaje con el momento concreto de la acción cuando se rueda. Hubo un tiempo en el que intentamos desarrollar la psicología del personaje, profundizar en el pasado, en su historia. Y una vez que ya tuvimos esto muy concretado, en el rodaje no se hablaba de psicología, ya no se hablaba del pasado porque lo teníamos integrado, y solo estábamos en el detalle, en el ritmo, en la mirada, en la forma en la que se mira a un hombre que has amado durante diecisiete años, cómo abrazas a una mujer que te ha dejado, pero que aún luchas por conquistar. Es decir, cosas muy concretas, muy sensibles, muy corporales y muy sensuales.
La historia es muy dramática, con momentos muy violentos. ¿Hubo alguna reacción especial por parte de los actores con alguna secuencia concreta en la que ellos se sintieran confrontados?
No, en ningún momento se sintieron en peligro. Yo soy actor también, y creo que superas lo mejor de uno mismo cuando trabajas en redes. Redes, obviamente simbólicas, ¿no? El hecho de que te sientas cómodo cuando confías en las personas con las que trabajas. Creo que me ocupé de que cada uno se sintiera seguro y que no tuvieran la impresión de que yo les robaba algo que ellos no quisieran entregarme.
El trabajo con el niño, Thomas Gioria (que interpreta a Julien) es especial. No sé si es un actor que ya tenía experiencia, pero me gustaría que nos contaras cómo trabajaste con él, como consiguió todos esos matices de su personaje.
No, nunca había trabajado en el cine ni en ningún otro sitio. Lo que sí ocurre es que llevaba tres años yendo a cursos de interpretación. Cuando trabajas con un niño muy sensible como este, que también desea ser actor, que es su sueño, todo es mucho más fácil. La verdad es que trabajé con él como si fuera un adulto. Tenía a una persona que estaba con él todo el día, para que no se cansase, porque no podía concentrarme solo en él. Y a partir de ese momento estaba muy cómodo y podía darlo todo, le apetecía darlo todo. Y esa es la paradoja del trabajo del intérprete. En vez de interpretar, se dice “jugar”. Un intérprete juega, ¿no? Y aunque las escenas sean dolorosas, terribles, duras, hay un placer porque el intérprete juega. Sabes que lo que sucede entre “acción” y “corten” es falso, estás haciendo una película, cuentas una historia, un personaje. Y Thomas es alguien que lo entendió inmediatamente.
La película empieza con la vista, en los juzgados. En Custodia compartida se confrontan dos mundos: el frio desarrollo del proceso con la realidad posterior. No sé si era esa tu intención, la de confrontar estos dos universos, el formal, con el proceso judicial, y luego la realidad posterior, para plantear algún tipo de debate.
Sí, sí claro. Lo tenía pensado. Me pareció interesante empezar desde el punto de vista de una jueza y luego buscar lo que la jueza nunca verá, la realidad. Eso es básico para la película.
En esa primera secuencia, la película plantea la cuestión de la custodia compartida, pero de alguna manera la carga de la culpa del fin de la relación recae en el hombre. Estaba pensando en cintas como Después de nosotros, de Joachim Lafosse, donde, de alguna manera, la responsabilidad del fracaso está más repartida. Me preguntaba si no temes que algunos espectadores no acaben de entender tu exposición.
Aquí te diría que no hablo solo de la custodia compartida y de la paternidad. La película gira en torno a la violencia de género. Hablo de algunos hombres violentos. Y hablo de la repercusión de esa violencia en los niños. Por lo tanto, ahí sí que intento comparar el hecho conyugal con la paternidad en Francia. En Francia todos los hombres que han sido encarcelados o perseguidos por violencia conyugal, en el 96% de los casos, son hombres. Por lo tanto, estoy más allá del cliché, del lugar común y lo que he hecho simplemente es retratar una realidad. Nosotros, los hombres, debemos aceptar esto. Ya es hora de que lo aceptemos y que lo veamos.
¿Has recogido ya reacciones de los espectadores de tu película? ¿Alguna valoración que te haya sorprendido especialmente?
Sí, sí, hemos tenido muchísimas reacciones. Muchísimas reacciones. La mayoría muy conmovidas. Asombro, también. Creo que, aunque no se conozca la violencia de género, no se puede ser insensible al tema. También plantea esa relación entre hombres y mujeres de la sociedad patriarcal en la que todos hemos crecido. Por eso la gente sale de la película muy conmovida. Y para las personas que han vivido ese tipo de situaciones, muchas me han dicho que he conseguido plasmar en imagen lo que sintieron y que nunca habían conseguido formular. Mucha gente me dice, “bravo”, porque les ha gustado la película, pero también hay otras personas que me dicen “gracias” por haber hecho una película sobre este tema y hablar de esta forma.
El enfoque formal de la película es muy sencillo. Lo que ves es lo que hay. ¿Cómo te planteaste esa parte para contar la historia?
Sí, eso ya estaba incluido en el guión. Qué cuento y qué no cuento. Desde el punto de vista del guión no debía haber ninguna escena superflua y debía tener una forma muy eficaz y nada complaciente. Y luego la composición de los encuadres de las tomas estaba planificada según la situación. Por ejemplo, en la primera parte lo vemos desde el punto de vista de la jueza y me obligo a ser riguroso para colocar la cámara siempre desde esa posición. Y cuando se habla desde el punto de vista del niño, muy sutilmente, la cámara baja a la altura de sus ojos. Basta con estar a la altura del niño para contar muchas cosas. Cuando nos colocamos en el punto de vista de la mujer, de la mujer que huye, que intenta esconderse del hombre que la amenaza, si te fijas la cámara siempre se mueve. Ahí es donde utilicé mucho la steady-cam, el dolly.
Para terminar, quería preguntarte si, con esta película, queda para ti zanjado el tema o piensas abordarlo más adelante, si te ha quedado algo por decir, como ocurrió con el corto anterior y ahora con la película.
Ah, no, no. Ya queda zanjado el tema. Me apetece pasar a otra cosa. Hay muchos más temas que me interesan. Tengo muchísimas otras cosas que contar. Muchísimas.
Custodia compartida se estrena este viernes en salas comerciales.