Adrià es un joven de 17 años que lleva una vida itinerante junto a su hermano Ramón y la pareja de este, Tona, en una furgoneta con la que viajan de pueblo en pueblo buscándose la vida. Adrià es mudo y parece sufrir algún tipo de deficiencia, condición que lo convierte en víctima de los abusos y las burlas de algunos de los habitantes de esas poblaciones donde se instalan para hacer los pequeños trapicheos que les permiten sobrevivir. Su carácter apocado y huidizo, sin embargo, cambia las noches de luna llena en los que sufre una radical transformación. Como poseído por una maldición, Adrià se escapa de la vigilancia de su hermano y de su novia en busca de algún animal con el que satisfacer lo que parece una necesidad incontrolable por tomar sangre. Cuando, a la mañana siguiente, los habitantes del pueblo descubren las consecuencias de sus andanzas, lo buscan para darle una lección, lo que obliga al trío de vagabundos a levantar su campamento.
Pero los problemas no terminan aquí. Al mismo tiempo, la relación entre Tona y Ramón empieza a mostrar sus fisuras. Cansada de soportar los constantes problemas en los que les mete Adrià y de esa vida errante, Tona le propone a Ramón dejar la furgoneta, comprarse una casa y asentarse. Pero, más preocupado por cuidar de su hermano que de sus necesidades, Ramón se resiste a abandonar esa vida en libertad.
Este es el argumento de Llobàs, segundo largometraje del director Pau Calpe que se prestrena fuera de concurso hoy viernes en el marco del festival Cinema Jove de València. Calpe recupera el mito del hombre lobo para, como dice en esta entrevista, hablarnos de otras cuestiones. Su propuesta trata de superar los códigos del género para proponernos un interesante ejercicio de estilismo donde, como veremos, la trama avanza al ritmo de los conflictos que sufren los personajes en su interior. G.LEÓN
Llobàs está basada en la novela Lobisón de Ginés Sánchez. ¿Qué te atrajo de esta historia?
Bueno, en la novela ya estaba esta idea de un chaval que se comporta como un hombre lobo, pero sin transformación física. Yo creo que esta es la clave. En el momento que tienes una película de un hombre lobo con su transformación física, pasa a ser una película de trama en la que te preguntas si lo cazarán, si sobrevivirá, las preguntas convencionales del género. Pero cuando tienes un personaje que se comporta de esta manera tan extraña el viaje pasa a ser otra cosa. Aquí se trata de preguntarte quién es este chaval y por qué se comporta así. Esa era la pregunta que me interesaba. En la novela también había una voz en off potentísima de este chaval que, si lo quieres ver en términos de fantasía, es un Lobisón, o un chico traumatizado, si lo quieres ver en términos más racionales. Era una voz maravillosa, pero no la pude dejar en la película. Por otro lado, la novela era mucho más dura, más sórdida si lo prefieres, pero yo no soy así, con lo que he suavizado algunas cosas. Y por último, está la cuestión de la extensión. No puedes replicar todas las peripecias de la novela. Y el final también es distinto.
La película es el retrato de la condición de marginado o lo diferente. En ese sentido, ¿en qué sentías que te apelaba o de qué forma querías que apelara al espectador?
La peli puede tener dos lecturas. Hay una visión más fantástica o fantrasiosa en la que el público más joven la ve claramente en clave de película sobre un hombre lobo. Pero a la que te vas a un público más adulto, y yo estoy un poco ahí, desde el momento que se da la transformación, la metáfora sobre aquellos que son distintos a la norma, es más evidente. Y ahí es una película sobre lo mal que cuidamos a aquellos que son distintos a la media. Si los quieres ver como personajes marginales, estaríamos hablando de cómo los rechazamos de alguna manera.
Otra cuestión que trata la película es esta idea de la herencia como maldición, como algo que arrastramos. Adriá debe garantizar la supervivencia de la especie por encargo de su padre que es quien, en su recuerdo, le sigue presionando para que no renuncie a su condición.
Si lo ves como un adolescente que tiene que encontrarse a sí mismo, que tiene que fijar su identidad, yo creo que Adrià se mueve entre dos polos. Por un lado, está el polo de lo salvaje, de ese comportamiento extraño, eso de estar bien en la naturaleza y mal en la ciudad. Y por otro lado está el amor hacia su hermano y esas ansias por cambiar para poder convivir con la sociedad. En principio, la película apunta a esa idea de que “no cambies, no alteres tu manera de ser”, ese “sé tu mismo” que muestran los planos finales. Pero, por otra parte, ¿qué es ser uno mismo? En el caso de Adriá, ese peso del pasado es tan impactante que podríamos preguntarnos, ¿está siendo realmente él mismo? ¿O está siendo condicionado por ese peso del pasado? Y ahí la película no responde. Lo deja en el aire para que cada uno lo interprete como quiera. Como digo, la peli apuesta por esa idea de ser uno mismo, pero en ese ser uno mismo, igual ese pasado es una losa demasiado grande.
La película plantea un conflicto o contradicción entre le deseo de llevar una vida normal, más sedentaria, o llevar otra nómada y sin ataduras. Este es un conflicto que sufre sobre todo Ramón, el hermano de Adrià. ¿Algo perdimos cuando dejamos de ser tan nómadas?
Cuando hablaba con María Rodríguez Soto (que interpreta a Tona), yo le decía: que sepas que en toda esta historia yo estoy en tu posición. Esta situación es insostenible. Es decir, por un lado, yo también tengo ese componente romántico a lo Jack London de vivir a lo salvaje y demás. Pero, por ejemplo, yo pasé mis últimas vacaciones en una caravana y, la verdad es que se aguanta un tiempo, pero es insostenible (risas). A mí me interesaba que el personaje de María no fuera el de malvada, sino que tuviera un componente más de humanidad. Tona lo da todo por ellos dos. Por su parte, Ramón tiene un amor ciego por su hermano y le perdonará siempre, pero hay un momento en el que uno tiene que ser sensato y poner un fin a todo eso. Con esto lo que quiero decir es que entiendo ambas partes, entiendo el componente romántico de la vida nómada, pero solo hasta cierto punto.
El cine español lleva tiempo mirando hacia la vida de los pueblos, y tus dos películas no son excepción. Pero en tu caso hay una cierta desmitificación de ese mundo. La relación que tienen tus personajes con las gentes que encuentran en los pueblos por los que pasa es muy conflictiva. Nunca son bien recibidos, lo que desmonta también esa idea romántica de la vida rural.
Mi primera película (Tros/ Tierra) era sobre pagesos catalanes que tienen que patrullar de noche para vigilar los campos de arroz, con lo que aquí la cuestión rural era central. Pero aquí lo que me interesaba era el personaje del chaval, y ya en la novela estaba ese componente de estar huyendo de pueblo en pueblo y ese viaje final a la ciudad. Digamos que el mundo rural es algo que ha venido después. Es una condición de la novela, aunque también es verdad que esta historia difícilmente habría transcurrido en una ciudad porque sería muy complicado que estos personajes sobrevivieran en ella. Creo que, en este caso, el mundo rural ha sido una casualidad o una consecuencia de los personajes, pero yo no buscaba retratar el mundo rural. Dicho de otro modo, si el chaval no se comportara de esta manera, la vida en estos pueblos sería estupenda. Digamos que ofrezco esta cara porque estoy hablando de la marginalidad de aquellos que no se comportan de una manera normal, pero el tema rural no era central para mí.
Otro protagonista de la película es el paisaje. ¿Dónde rodasteis? ¿Cómo incluiste ese elemento en el relato?
Esta es una de esas situaciones en las que lo que parece una mala noticia, acaba siendo una cosa buena. La película es una coproducción entre Cataluña y València. Y como rodar es tan complicado, busqué en la frontera entre las dos comunidades a ver qué es lo que había disponible y me encontré con el Parque de la Tienensa de Benifasar, que es una maravilla. Acabamos allí simplemente por este hecho logístico o financiero de buscar un lugar que contentara las necesidades de gastos de la producción, pero la verdad es que es un paisaje impresionante que ofrece de todo. Tienes a diez kilómetros el Delta del Ebro con el mar y un paisaje de arrozales que está muy bien y tienes el pantano de Ulldecona con una serie de pueblos que están a mucha altura con un componente rustico que me interesaba. La ciudad que usamos fue Benicarló que estaba muy cerquita y tiene un arrabal que me funcionaba muy bien. O sea que fue fruto de la casualidad, pero el lugar es maravilloso y encaja bien con esos personajes marginales que aparecían en la película.
El aislamiento cada vez es más difícil en el mundo en el que vivimos. En ese sentido, ¿fue un reto para vosotros construir esa imagen para la película?
Sí, por eso la sorpresa de encontrar ese lugar donde no hay grandes poblaciones, que te permite estar bastante alejado de Tarragona y de Castellón, te ofrece esta zona montañosa, con esas carreteras que aparecen en la película y esos pueblos que están a mil cuatrocientos metros. La verdad es que me sorprendió. Quizá mi idea original era rodar en los Pirineos donde imaginaba algo más agreste, pero al final lo encontramos en otro lugar. También es un sitio poco explotado cinematográficamente con lo cual tiene algo de fresco que también me gustaba.
Hay un cine, entre el que incluyo tu película, que está consiguiendo construir un tipo de relatos que, aun centrándose en esos espacios, logra escapar también de un cierto costumbrismo folclórico al que parecía que había que escapar. ¿Cómo sorteaste tú esa dificultad a la hora de plantearte un relato como este?
Lo folclórico para mí no viene dado tanto por el paisaje como por los personajes que transitan por ese paisaje. Si haces algo más costumbrista, es posible que caigas en algo más folclórico. Mi primera película trataba de unos tipos que están patrullando de noche para evitar robos, lo cual ya te estaba situando en una situación fuera de lo normal. Y en esta, todavía más. Ten en cuenta que tenemos a un chaval que come gallinas, que sale por las noches, que no puede dormir, que le molesta que la gente le toque. Por otro lado, está conviviendo con dos tipos que viven en una furgoneta. Todo eso ya no estás en lo folclórico. Yo creo tiene que ver más con esa naturaleza de los personajes y lo que les sucede, ahí encuentras un camino distinto.
Una parte importante de la película descansa en el tono que mantiene. Por un lado, parece que pones una cierta distancia con las situaciones que planteas. Poro otro, los personajes se toman también su tiempo para desarrollarse y reaccionar. Esas soluciones no son solo una cuestión de estilo, sino que cuentan cosas. ¿Cómo lograste imprimir ese tono a la película?
El tono vino marcado tanto por rodaje como por montaje. En rodaje había varias secuencias, por ejemplo, en las que no había posibilidad de corte. El plano secuencia tiene la bondad o la belleza de que estás mostrando algo sin trucos. Y cuando funciona, está muy bien. Por ejemplo, en el primer plano en el que Adriá se transforma, de repente se yergue y camina de una manera distinta. Yo ahí podría haber insertado un plano de la luna para que veamos su influencia, pero al final lo rechacé porque me pareció tan interesante lo que hacía el actor que prefería mostrarlo sin trampa ni cartón. Es un tema de actuación fundamentalmente. Yo siempre les decía a los actores que, a pesar de que era una peli de hombres lobo, no pretendía asustar a nadie, sino que lo que quería era buscar la emoción. También podríamos haber abusado de la música para buscar esa emoción, pero no lo he hecho. La música me gustaba tanto que preferí usarla poco para que tuviera más impacto. Y de todo esto sale este tono y este ritmo que, al ser una película sosegada, te permitía preguntarte, ¿qué está pasando? A veces, puedes conseguir la implicación de la audiencia por otra vía y en lugar de hacerle que esté esperando inputs constantes, se implique para hacerse otro tipo de preguntas.
Para conseguir ese tono es necesaria la complicidad de los actores. Creo que tienes a tres actores que no solo están muy bien, sino que parece que comprenden muy bien lo que estáis haciendo, cosa que no siempre sucede. ¿Qué aportaron a sus personajes?
Lo trabajamos juntos. Es verdad que hay un trabajo individual con Leon Martínez respecto al personaje de Adriá porque es un personaje doble o triple, a lo Clark Kent y Superman, donde tiene que aprender a moverse y a comportarse en modo Adriá (encogido, con la mirada perdida, que no le gusta que le toquen) y, de repente, ser capaz de transformarse en alguien que camina erguido, que es capaz de asaltar gallineros y de actuar de noche. Eso, como digo, lo hicimos en solitario. Pero las interacciones entre ellos tres, lo trabajamos entre todos. En Tona, el personaje de María Rodríguez, me interesaba que no fuera la mala de la película, que hubiera un componente de humanidad. En el caso del personaje de Pol López, Ramón, me interesaba que explotara su relación con él, que entendiéramos que para él era terrible dejar a su hermano. Entonces, entre la humanidad de María, la emoción de Ramón, el doble comportamiento de Adriá, se conjugaba todo. Después están las lecturas de guion para decir “mira, este es el momento más emocionante de la película, aquí quiero que busquemos esto”. Y así fuimos construyendo la evolución de los personajes.
La película aborda el mito del hombre lobo, pero también hay mitos modernos, que pueden estar relacionados. Me refiero a ese cómic de Hulk que está leyendo Adrià. Hulk en realidad representa también el mito del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Tengo la impresión de que la película juega con esa idea del mito para decirnos que no son cosas antiguas, que esos mitos perviven todavía en nuestra cultura.
Bueno, la referencia de Hulk no estaba en la novela. Como en todas las novelas hay muchas cosas que se sugieren pero que no se concretan. Claro, en la novela leían cómics, pero, ¿qué cómics leen? Y así pasaba con varias cosas. Otro tema, por ejemplo, es cuando en la novela vemos que el chaval se defiende cuando le atacan, pero no está claro hasta qué punto había muchísima sangre, poca sangre, etc. En la novela cada uno se lo moldea como quiere, pero en la película tienes que concretarlo y ahí es donde te la juegas también en cuanto al tono. Y en cuanto al cómic, yo buscaba un cómic bipolar, digamos, de doble personalidad, y Hulk me ofrecía este tema, un personaje que además, cuando se meten con él, reacciona, que es un poco a lo que hemos jugado con este hombre lobo. Sí, Adrià tiene un comportamiento violento, pero suele ser por reacción a algo. Es algo que podría haber evitado, pero por otro lado, me parecía que estaba bien que hubiera una comunicación entre los dos hermanos a través del mundo del cómic y por eso lo mantuve. No es tanto la idea de decirle al espectador que los mitos siguen vivos hoy en día porque creo que con el mito del hombre lobo ya hubiera bastado, sino como un mecanismo de comunicación. Podría haber escogido un hombre lobo tal cual, pero estaba demasiado pegado a lo que es Adriá y creo que no hubiera funcionado, por eso lo de Hulk.