39ª Mostra de Valencia Cinema del Mediterrani. Sesión 01

FESTIVAL DE CINE

Película inaugural: Un bany propi de Lucía Casañ Rodríguez.

Arranca esta noche la 39ª edición de la Mostra de Valencia Cinema del Mediterrani y, como todos los años desde que se inicio esta segunda etapa tras su anterior cancelación, lo hace con una película valenciana dirigida, en esta ocasión, por la debutante Lucía Casañ.

Un bany propi cuenta la historia de Antonia, un ama de casa que pasa de los 60 que tiene una obsesión particular por encerrarse en los cuartos de baño. En su casa, en el cine, en los bares, en casa de sus amigas, incluso en casa de cualquier desconocido, Antonia se encierra en el baño donde da rienda suelta a su verdadera vocación: la. escritura. Pero esa vocación o forma de escape encierra otro deseo, el de huir de la realidad que la rodea. El baño como escondite, como un espacio seguro, como se dice ahora, pero también una oportunidad para construirse un mundo propio. Antonia comparte sus días y noches con su marido Alfredo que no parece entender qué es lo que le pasa a su mujer, a qué vienen estas extrañas manías que tiene. Antonia, que lo quiere, se toma sus dudas con estoica paciencia, mientras, poco a poco, tratará de encontrar su camino. Un camino lleno de baches, como lo expresa, de alguna manera, su amiga Conchi. Y es que, en el fondo, “nadie sabe lo que hace”.

Casañ parte del libro Una habitación propia de la escritora británica Virginia Woolf para elaborar un artefacto que se declara, en primer lugar, como un homenaje o alegato a favor de todas aquellas mujeres que no pudieron encontrar ese espacio seguro en el que desarrollar sus capacidades más allá de las reglas que les dictaba “lo establecido”. No es de extrañar, entonces, y como explicó la propia directora durante la presentación ante la prensa, que su primera película la haya dedicado a sus cuatro abuelos en cuyas vidas se ha inspirado para construir a estos personajes de ficción.

Conviene señalar que Un bany propi es, ante todo, un cuento que coge elementos del llamado realismo mágico o del surrealismo. Como dijo Casañ en rueda de prensa, su trabajo quiso en todo momento despegarse de cualquier tentación costumbrista (aunque hay muchos elementos costumbristas aquí). En ese sentido, Casañ toma dos claras decisiones de estilo.

La primera apela a la propia construcción del relato. Un bany propi comienza de una manera que, en un primer momento, podrá desconcertar al espectador. Abrimos de negro y vemos a Antonia tumbada en el cuarto de baño de su casa. Alberto entra en la estancia y la despierta para llevarla a la cama. Entendemos enseguida que esta escena es habitual en su convivencia. Tras ponerla de pie, Alberto orina en la taza del váter y tira de la cadena. Cuando Antonia se acerca para hacer lo mismo, algo llama su atención. Un pez rojo nada en el agua del fondo de la taza. ¿De dónde ha salido? ¿Quién lo ha puesto ahí?

Son pequeños destellos como estos los que van a marcar el tono de esta peculiar historia. Más tarde, tras engañar a Alberto haciéndole creer que va a ver a una amiga, Antonia se va al cine. Pero Antonia no va a ver una película. Después de comprar un cubo de palomitas, se dirige a los baños del local. Allí observa a escondidas al resto de clientes y toma notas de todo lo que ocurre estampando sus impresiones en una libreta. El propio comportamiento de Antonia, algo extravagante, sus reflexiones sobre la vida, el punto de vista con el que mira ese mundo que la rodea y del que se siente curiosa y ajena a la vez, nos acerca a las fórmulas de la fábula.

La segunda estrategia tiene que ver con su planteamiento formal. Casañ rueda su debut utilizando grandes angulares y composiciones muy frontales unidas por un montaje acompasado que refuerza la sensación de extrañeza en el espectador, alejándose de nuevo de ese naturalismo del que hablábamos. Estas decisiones de puesta en escena quedan reforzadas por una iluminación en la que Casañ incide en el uso de luces fuertes con contrastes muy marcados y unos colores saturados que apuntalan el efecto de teatralidad que ha querido imprimir a su propuesta.

Como confesaba la propia directora en la presentación, Un bany propi bebe del cine de Aki Kaurismäki o del francés Jean-Pierre Jeunet. Con muchos matices, del autor de Fallen leaves, Casañ toma el registro de los actores, esa aparente frialdad o distancia que caracterizan a las actuaciones que pueblan la obra del finlandés. Hieratismo que, por otra parte, deja traslucir una ironía soterrada que es marca de la casa. Si bien en un tono bastante menos fatalista y profundo, los personajes interpretados por Nuria González y Carles Sanjaime quizá nos remitan a las parejas que protagonizan el cine de Kaurismäki. Antonia y Alberto se quieren, pero hay entre ellos un algo que tienen que resolver, que no funciona y que remite a ese algo que los trasciende y que no funciona en ese mundo que rodea a Antonia, que la acorrala y que es, a su vez, nuestro mundo. De Jeunet toma Casañ la puesta una escena calculada, el empleo cómico de la voz en off, el juego de montaje rítmico y el uso del corte entre escenas que le permitirá jugar con un cierto efecto sorpresa.

En este contexto, el cuarto de baño se convierte en la cinta de Casañ en ese lugar-mundo, espacio de representación que, como dice la propia Antonia en la película, se convertirá en ese todo al que aspira, forma exterior y alma. Antonia/Woolf, dirá: “Me fui convirtiendo en el espacio que habitaba. No era nada y lo era todo al mismo tiempo. El nuevo orden era lo de dentro y lo de fuera”. Antonia ha transformado el baño de su casa hasta convertirlo en ese lugar que ya no es solo una estancia funcional, como el dormitorio, la cocina o el comedor, sino un lugar para el encuentro, un espacio de libertad, el sitio donde, como dice Antonia, la gente hace lo que le da la gana. Para Antonia, para sus hijos, para sus yernos y nueras, para sus nietos; para todos, salvo para Alberto que sigue usándolo como lo que es: un simple cuarto de baño en el que hacer sus necesidades. “El espacio llama a la acción y yo lo que quería era que actuáramos diferente”, dirá Antonia.

Un bany propi nos propone, más que una reflexión, un homenaje a esas mujeres que no pudieron desarrollar sus inquietudes, opacadas por un sistema que las relegaba al espacio del hogar. No es de extrañar que, en cuanto a la ambientación, Casañ reproduzca la decoración y vestuarios más propios de los años 60 o 70 del siglo pasado. Según avanza la cinta, Antonia irá cambiando su vestimenta hacia estéticas más contemporáneas como ejercicio simbólico de su transformación interior. En ese sentido, ciertos anacronismos tratan de despertar ciertos prejuicios muy marcados culturalmente en el público (la imagen de los Alcántara de la serie televisiva Cuéntame, nos viene a la cabeza). Nos queda la duda de si estos elementos, tan sutiles, tan poco subrayados no alejan sus conclusiones del espectador contemporáneo (Antonia cambia la decoración de su baño con unos muebles vintage que quizá aplaquen un poco la estrategia).

Carga también la cinta de Casañ con un desarrollo dramático al que cuesta coger peso en la primera parte de la película, si bien una vez va encontrando poco a poco su camino y se acerca a sus conclusiones, discurso y forma van confabulándose con mayor solidez. En cualquier caso, estamos ante un debut atrevido y sugerente, una pieza claramente anómala en la producción valenciana. Quizá una de las mejores entradas del festival en esta etapa. GERARDO LEÓN

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