38 Mostra de València. Sesión 1: Marina, unplugged

Arranca una nueva edición de la Mostra de Valencia, la 38. Y como ya es tradición desde que empezó su nueva etapa, lo hace con una producción local y en estreno exclusivo: Marina, unplagged de Alfonso Amador. La cinta, que ocupará la sesión inaugural del certamen, se presentaba, así, ante la prensa, en la sala 3 de los cines Babel, sede de la Sección Oficial, acompañada por una parte del equipo artístico que incluía al propio Amador, como guionista y director, Jorge Picó, co-guionista, Almudena Verdés, como productora, y Claudia Faci como actriz principal.

Basada en una obra de teatro del propio Jorge Picó, no llevada aún a los escenarios, según explicaron sus responsables, la película pone en pantalla a una mujer, Marina, de quien no conocemos más que su nombre, pero que, al poco tiempo de empezar a hablar, comprendemos su filiación ideológica. Ante un teatro vacío, Marina ensaya un discurso que, según avanza el metraje, comprendemos que expondrá ante el público en días posteriores. En ese discurso, se dirige a ese espectador ausente, al que espolea con energía para hablarle de inmigración, de libertad, de feminismo, en un sentido que nos recuerda a los discursos de un partido de la hoy llamada extrema derecha. A su alrededor, el equipo técnico de asesores, la reclaman constantemente para atender a otros asuntos relacionados con la organización de este evento.

Rodada en un sobrio blanco y negro, Marina, unplagged usa formas documentales en un intento de dar verismo a un libreto que toma ese discurso de su protagonista como eje vertebrador de la narración. Una estrategia que tiene su sentido tanto por aquello a lo que pueda imponer, según contó el propio Picó, la obra de teatro original, como las propias intenciones de la misma. Y es que ese es, precisamente, el primer objetivo que tiene Marina…, el de desacreditar las falacias o el sentido que se esconde detrás de la lógica de las palabras de su personaje.

Así, la palabra se vuelve protagonista casi absoluto de la película. Y ahí será también cuando la forma documental que se ha escogido, cobre sentido, al permitir a Amador escapar de las tiranteces de una representación que, de otra manera, quedaría demasiado plana, dado que estamos ante un largo monólogo. La confrontación entre Marina y el director teatral que la dirige en estos ensayos (interpretado por el propio Jorge Picó), sirven al realizador para levantar el pulso del relato, haciendo que la cámara encuentre su protagonismo, no solo como mero notario del texto, sino buscando reacciones, relaciones que lo humanicen y lo lleven un paso más allá. Esto permite, a la vez, que ese discurso de Marina salga de sí mismo para romperlo, al contrastar lo dicho hacia ese público ausente con sus verdaderas intenciones que, en ese diálogo constante con el director, quedan, hasta un cierto punto, expuestas, al quedar mostrado, también, el propio aparato ficcional que sostiene a esta mujer (en realidad, a cualquier político). Ficción dentro de otra ficción.

Se hecha un poco de menos, sin embargo, que esa forma documental no llegue a explorar del todo lo que la propia propuesta encierra en sí misma y que tendría que ver con esa relación entre ficción y realidad que tiene el propio discurso político de su protagonista. Cuentan los autores de la cinta que quisieron buscar una cierta espontaneidad a la hora de acompañar a su actriz principal, que tuvo que enfrentarse por primera vez con el texto en el mismo set de rodaje. Sin embargo, esa estrategia, urdida entre bambalinas, no llega al espectador que, ignorando esta circunstancia, propia de la intrahistoria de la producción, asiste a la representación en sí, a lo que muestra la pantalla en crudo, no a sus intenciones, lo que hace que la idea, más allá de ayudar a ese cierto naturalismo, que logra por momentos, no quite ni añada nada en lo que a carga simbólica se refiere.

Y lo mismo pasa en el terreno del discurso. Sobresale, en este aspecto, la escritura de Picó, que logra unas líneas fluidas y coherentes, como indicaba la actriz Claudia Faci en la rueda de prensa. Tal y como explicaron los guionistas, el texto reúne un compendio de influencias, desde autores de la llamada nueva derecha, como Alain de Benoist, pasando por el populismo de partidos como Vox, hasta pensadores de izquierdas como Gramsci o, incluso, Pasolini que, denunciaban los responsables de Marina…, han sido devorados por estos movimientos para dar consistencia a sus tesis.

Con estas herramientas, Picó y Amador salen bien parados a la hora de construir el tono y el sentido del discurso de Marina. Quizá se eche de menos que la cinta se quede ahí, en esa representación, y no indague un poco más en las contradicciones. El espectador se queda, así, con la impresión de que, justo cuando el texto parece que coge carrera, este queda interrumpido por alguna circunstancia que se antoja secundaria y que no parece que tenga otra misión que la de romper la monotonía de la narración.

Es así cuando aparece la otra mitad de la cinta en la que vemos a Marina tratando con su equipo personal en distintas situaciones. Cuentan los autores que estas escenas fueron, si bien conceptualmente preparadas, totalmente improvisadas en lo que a texto escrito se refiere. De nuevo, la idea venía buscando esa verosimilitud y espontaneidad, propia del documental, si bien esa ausencia de libreto se percibe en mayor medida que en las partes que suceden en el teatro, llegando a caer en una cierta caricatura del personaje, una tentación a lo que la cinta no se resiste al final del trabajo (esa novia de la muerte, ay). O la inclusión de una serie de imágenes de apoyo que Amador inserta de manera oportuna en algún momento de la cinta, como si necesitara reforzar, mostrándolo, aquello que ya expresa el texto, como si no confiara del todo en el espectador. En cualquier caso, es una curiosa experiencia percibir que, cuando el texto está más elaborado, nos resulte más creíble que cuando se entrega a la improvisación pura, lo que, indirectamente, nos dice mucho de cómo se construyen los discursos y el lenguaje del cine.

Y en el centro de todo este aparataje, Claudia Faci se entrega para llevar todo el peso de la obra. Su Marina toma voz concreta y cuerpo físico para construir una mujer que, como explicaron los autores durante la rueda de prensa, no responde a ningún personaje real específico, sino que es una representación de otras tantas Marinas (si bien, la referencia a Le Pen parece bastante clara). Marina no es Marina, como dice en el texto, sino todas las Marinas posibles que, en estos últimos años, han ido apareciendo. GERARDO LEÓN

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