“Es importante no silenciar a las víctimas que sufrieron abusos por parte de mi abuelo”

DANIEL TORNERO (Director de Saturno)

Entre las cosas más difíciles a las que uno se puede enfrentar en la vida se encontraría la experiencia de descubrir, un día cualquiera, que alguien a quien quieres, alguien de tu familia, ha cometido un crimen deleznable. Esto es lo que descubrió el realizador valenciano Daniel Tornero un día del año 2018 cuando, en una de esas llamadas que nunca se olvidan, su padre le contó que su abuelo había sido detenido por un caso de abuso a menores. El suceso marcaría un antes y después para el director. Como cuenta en esta entrevista, Tornero y su familia, su padre, su madre, su abuela, sus hermanos, sus tíos y primos pasaron por todas las etapas imaginables, desde el rechazo inicial a la vergüenza, pasando por la lógica incomprensión. ¿Cómo es posible que su abuelo hubiera hecho algo así?

Después de un par de años, las preguntas seguían sin encontrar una respuesta satisfactoria. De ahí nacía Saturno, un proyecto documental en el que Tornero y su familia se enfrentarían a este suceso a fin de encontrar esas explicaciones que repararan las heridas que habían quedado abiertas. Por un lado, Tornero se enfrentará a su abuelo, al que una vez quiso de manera incondicional, para que le explique, que le cuente, para entender. Por otro, estaba la figura de su padre, un hombre, según cuenta el director, marcado por una relación compleja en la que se mezcla el odio sin reservas y un afecto que resistía contra ese mismo desprecio que le producía el recuerdo de lo vivido. ¿Se puede querer y odiar a alguien a la vez? ¿Qué mecanismos emocionales se mueven en lo más hondo de nuestra conciencia? ¿Cómo somos realmente? ¿Qué cosas nos conforman?, parece preguntarse Tornero en este documental con el objetivo de que, luego, nosotros también nos preguntemos.

Saturno sería seleccionado como Mejor Proyecto Documental en desarrollo en el Laboratorio para talentos del Atlántida Film Fest de 2021 y llegaría a formar parte del Programa de Residencias de la Academia del Cine entre los años 2021 y 2022. Después de este proceso, la idea de Tornero se convertiría en una película que acabaría participando en la Sección Oficial de Documentales del Festival de Málaga y que ahora llega a salas. Será en los ABC Park los días 25, 26 y 27 de octubre.

En un momento de Saturno uno entiende que, de alguna manera, tú eres el último de tu familia que tiene noticias de lo que ha hecho tu abuelo. ¿Cuál fue tu reacción cuando te cuentan el caso?
Bueno, realmente no sé si fui el último, creo que nos enteramos un poco todos a la vez. En ese momento, arranca un proceso familiar de cuidado, de integración, de aceptación de aquello que está ocurriendo. Hay muchas emociones, a un nivel muy complejo, que están sucediendo dentro de uno mismo. Está el miedo, la vergüenza, el dolor, todo esto está habitando dentro de cada uno de nosotros y nosotras. Luego, pasa un primer año o año y medio en el que lo que estamos haciendo a nivel familiar es cuidarnos los unos a los otros e intentar aceptar y entender esto que ha ocurrido en nuestra familia.

¿En qué momento te das cuenta de que quieres hacer una película sobre ello?
A partir de este primer año o año y medio, más o menos, es cuando, hablando con mi padre, empiezo a entender que hay un gran conflicto a nivel paterno-filial que está teniendo lugar dentro de él mismo. Él me preguntaba, ¿qué hago? ¿Cómo se gestiona ahora esto? ¿Cómo me puedo relacionar ahora con todas estas emociones? Porque, al final, es su padre, pero también ha hecho algo terrible. En ese gran conflicto interno, en ese “es que es mi padre”, sentí que había una posibilidad de tratar el tema de las relaciones paterno-filiales, de las relaciones familiares. Y es, a partir de esta idea, cuando me pongo en contacto con todos y cada uno de los miembros de mi familia, con mi padre, con mis tías, y les comento que estoy pensando hacer una película sobre esto que estamos viviendo y que me gustaría hacerla con su compañía. Y la verdad es que yo no puedo estar más agradecido. Tengo mucha suerte porque mi familia, desde el primer momento, confió en mí como cineasta, pero también como sobrino, como hijo, como hermano, y esto es algo que me llevo de una manera muy profunda en el corazón, esa confianza.

Al verla, entiendes que la película está hecha con pocos recursos. ¿Cómo te planteas la producción?
La producción la llevamos desde el inicio de la película con [la productora] Jaibo Films, que han sido también unos compañeros de viaje maravillosos. En un inicio, empezamos a filmar con mi abuelo porque su situación era la más acuciante, ya que podía entrar en prisión en cualquier momento. En ese sentido, siempre nos planteamos una producción con un equipo reducido para no ser intrusivos, queriendo respetar siempre esa sensibilidad familiar y no generar este clima del cine que, a veces, puede ser tan agresivo, eso de llegar con muchísimos medios y abrumar a las personas que tienes delante. Creo que, como cineastas, también tenemos una responsabilidad cuando filmamos a las personas. En este caso, para mí esto fue muy importante. Es decir, que no llegamos allí de una manera extractivista, sino intentando relacionarnos siempre de una manera horizontal. Y en eso el equipo pequeño ayudó mucho a construir esta relación de confianza.

En la película, los personajes, que son tu familia, se sinceran bastante ante la cámara. ¿Cómo planteaste esos momentos para, digamos, extraer de ellos ese lado tan íntimo existiendo entre vosotros esa relación y contando lo que cuenta la película? ¿Cómo planteaste esos momentos del rodaje a nivel de dirección?
Bueno, nosotros trabajamos, por un lado, con la “puesta en situación” que plantean cineastas como Jean Rouch y José Luis Guerín, con quien tuve la suerte de trabajar como mentor. Es decir, nuestra idea era establecer un marco de acción en el que los personajes pudieran articular y crear esos fragmentos de vida que hemos intentado capturar, estableciendo esa relación de confianza en la que no íbamos a ser intrusivos, sino que íbamos a respetar su intimidad. Y desde ese lugar de la no intrusión es de donde hemos intentado construir las secuencias. A veces se exponían temas de una manera explícita, a veces eran ellos mismos los que planteaban las situaciones y, en base a eso, nosotros íbamos adaptándonos, dejando espacio para que la vida permeara en la película.

En ese sentido, ¿qué posición tenías tú frente a unos sujetos que son personajes y familia a la vez?
Bueno, al final, para mí lo más importante fue encontrar mi espacio como cineasta, pero también permitirme la posibilidad de formar parte de la familia, de no establecer un muro entre nosotros, de seguir vinculados, seguir formando parte de todo ese proceso. Yo creo que lo más complejo fue encontrar ese camino. Yo siento que no se puede disociar al cineasta de la persona, la relación sigue siendo estrecha.

La primera persona que examina la película es a tu abuelo. Parece imposible que alguien se preste, en esa situación, a colocarse delante de una cámara para sincerarse de la manera en que lo hace. ¿Qué crees que lo animó a aceptar tu propuesta?
Bueno, yo creo que quizás esa es una pregunta que pudiera responder mejor él. Yo creo que tiene que ver precisamente con esta relación de confianza, de entender que el cine no es una manera de violentar a las personas que hay delante de la cámara, sino que es una manera de exponer de una forma compleja estas situaciones. Yo creo que el entender esta relación permitió que mi abuelo pudiera sincerarse. También había una relación previa entre nosotros. Antes de que esto sucediera, él era mi abuelo, y creo que eso también es indisociable de la realidad filmada.

Me refería, sobre todo, al peligro de exponerte, de contar algo que claramente le pudiera comprometer o perjudicar.
Sí, claro. La verdad es que, en ese sentido, no sé cómo ha articulado él sus pensamientos. Creo que es algo que él te lo podría contestar mejor. Lo que nosotros intentamos fue generar un marco de seguridad para que pudiera relacionarse de una manera no coaccionada con la cámara, sino de una manera lo más horizontal posible.

Otro personaje que examina la película, es tu padre. En algún momento, cuando veía la película sentía que quizá podíais estar siendo demasiado duros con él, sobre todo en esa conversación que tiene con tu hermano. Diría que es el único que realmente hace un examen de conciencia y llega hasta el fondo de la situación. ¿Cómo lo percibes?
Sí, lo creo, totalmente. Desde luego, mi padre tiene un viaje emocional muy grande en la película. Y sí, hay momentos de gran dureza en su relación con mi hermano, por ejemplo, o en la manera en la que nos relacionamos nosotros, yo mismo incluso. Hay momentos de gran dureza que quizás tienen que ver con heridas que están ahí, arraigadas. Pero yo siento que, en ese sentido, la película también ha sido transformadora y ha podido arrojar luz en nuestras relaciones. Para mí, algo bonito que se produce en la película es que, si bien se puede ver condicionada por las personas que la habitan, también tiene un poder transformador. Ese diálogo horizontal entre el cine y la vida, donde uno tiene efectos sobre el otro, creo que es algo que habla mucho del poder del cine.

Hay un momento en el que hay una reunión familiar en la que tu planteas la toma en consideración de las víctimas de tu abuelo, en las que nadie, dices, está pensando. En ese momento, hay una reacción de rechazo, incluso diría de hartazgo, de tu familia ante la propia situación que plantea la película o la película en sí. ¿Pensaste en algún momento si te estabas entrometiendo en un terreno que no debías pisar, que tocabas alguna línea roja que no fuera conveniente?
Bueno, yo creo que era importante poner este asunto encima de la mesa. Creo que es importante revisitarnos y no silenciar nada, mucho menos a las víctimas que sufrieron los abusos por parte de mi abuelo. En ese sentido, consideramos que era importante que, además de abordar nuestra propia trayectoria emocional, lo pusiéramos en relación con aquello que había hecho.

Como miembro de la familia y director, ¿llegaste a pensar en algún momento si podías haber errado al meterte en esta historia?
Bueno, sí, claro. Hay mucho proceso de auto reflexión cuando estás haciendo una película porque, al final, estás generando este espacio de diálogo. Pero como siempre me he sentido tan arropado por mi propia familia y por el equipo, la verdad es que siempre tuve una red muy amplia a la que poder acogerme. Para mí esto fue imprescindible, me he sentido siempre muy cuidado.

¿Cómo dirías tú que ha quedado tu familia después de esta experiencia?
Bueno, yo creo que transformada, la verdad. Evidentemente, es un proceso que sigue abierto. Creo que quizás seguirá abierto toda nuestra vida, pero también tengo la sensación de que la película ha promovido una transformación. Ahora nos relacionamos, creo, de una manera más bonita, y esto es algo que me llevo.

Hemos hablado de la película desde dentro, desde el punto de vista de tu familia. Pero, ¿cómo proyectas este trabajo hacia afuera, hacia el espectador? ¿Qué cuestiones dirías que le plantea la película?
Yo creo que lo más importante es que cada espectador y espectadora pueda hacer suya la película y que pueda viajar con ella de una manera íntima. Creo que lo más bonito que está ocurriendo ahora mismo es ver cómo se establecen vínculos muy íntimos entre la película y los espectadores y espectadoras. Los coloquios que hemos hecho siempre son muy bonitos y espero que esta siga siendo la dinámica. Que, de la misma manera que mi familia ha establecido este diálogo con la película, ahora la película establezca más diálogos con los espectadores.

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