MUSEU DE BB.AA. Sant Pius V, 9
El pastel es una técnica rápida y fácil de corregir, por eso resulta ideal para hacer bocetos preparatorios que después, con frecuencia, son trasladados al óleo, la técnica de renombre, la que saborea el caché. Pero resulta que el alicantino Vicente Rodes, lo que dominaba como nadie, era el pastel. Más concretamente, los retratos al pastel, donde captó la esencia y la psicología de los personajes con una facilidad pasmosa. “El dedo milagroso” le llamaban. Con él, conseguía reproducir magistralmente delicadas puntillas y finas transparencias, a veces, incluso sobre seda. El Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana ocupa en verano el Museo de Bellas Artes de Valencia para arreglar una injusticia histórica: hacía noventa años que no se le dedicaba una exposición a Rodes, un artista fundamental del primer tercio del siglo XIX que anduvo con naturalidad el camino que separa al academicismo del romanticismo. El recorrido empieza con estudios (manos, pies y academias en grafito con toques de clarion blanco) de sus primeros años y continúa con varios oleos pintados durante la década que pasó en la Academia de San Carlos de Valencia (1809-19). Luego llegan retratos burgueses (de la familia Gil) en los que empieza a apreciarse el viraje hacia el romanticismo, de militares, de su propia familia, bañada de romanticismo desde el moño (peinados jirafa) hasta las camisas, con levita incluida, y de él mismo, romántico como ninguno, en un autorretrato que nos despide de la sala. S.M.