Reunir en un solo trabajo audiovisual toda la Historia del Cine es, a simple vista, una tarea imposible. Pues bien, esto es lo que hizo el historiador, crítico y cineasta de origen irlandés Mark Cousins en una obra presentada en todo el mundo allá por el año 2011 con el título, ya premonitorio de lo que uno iba a encontrarse, de La historia del cine: una odisea. Un trabajo mastodóntico, pero muy entretenido, de 900 minutos de duración dividido en 15 episodios que trata de hacer precisamente eso, invitarnos a un nuevo y muy estimulante recorrido por la Historia del llamado séptimo arte.
Y si el título decimos que es premonitorio lo hacemos por dos razones. La primera es porque el trabajo de Cousins es, sobre todo, eso, una odisea, un viaje. Y como todo viaje lo es, especialmente, de descubrimiento o, podríamos de decir, de re-descubrimiento, una invitación que apunta, de entrada, hacia otras dos direcciones nuevas. La primera hace referencia al hecho de que, aunque parezca una obviedad, la Historia del Cine no puede entenderse sin la evolución de la tecnología que lo ampara. Nacido a finales del S.XIX y desarrollado a lo largo del S.XX, el cine es un arte que ha ido irremediablemente unido al desarrollo desbocado que la Revolución Industrial sufrió a lo largo de la última centuria. Así, Cousins nos hace un recorrido por los distintos avances técnicos, desde el desarrollo de las cámaras y todo el utillaje que acompaña a la práctica del cine, hasta las distintas maneras de proyectarse, llegando en los últimos capítulos a mostrarnos cómo el cine puede llegar a escaparse ya de la pantalla tradicional para ocupar espacios naturales o arquitectónicos y, sin embargo, seguir siendo cine.
Esa evolución técnica, ha llevado aparejada la evolución del lenguaje del cine. Según las cámaras se han hecho más ligeras, a medida que las lentes han ido evolucionando y se han ido incorporando nuevos elementos tecnológicos, el arte del cine ha ido cambiando. Desde las cámaras de madera de los hermanos Lumière, pasando por los grandes aparatos del cine de las primeras décadas del siglo, hasta las modernas y ligeras cámaras actuales o la aparición de la llamada steady-cam, que permitía llevar la cámara en la mano sin que hubiera sobresaltos en la imagen (y que tan bien empleara Stanley Kubrick en El resplandor), pasando por las modernas tecnologías de digitalización y efectos especiales, el cine, su manera de contarnos las historias, se ha ido transformando de una forma que sus inventores nunca hubieran podido imaginar. No es gratuito, en este sentido, que las primeras imágenes que veamos en esta serie de una película sean las de Salvar al soldado Ryan, del realizador Steven Spielberg. Sin duda uno de los cúlmenes del cine reciente donde estos avances se pueden apreciar en todo su sentido práctico. ¿Cómo podría Spielberg haber logrado ese grado de realismo sin la ayuda de la tecnología moderna? En su cinta, cámara y, sobre todo sonido, dan una sensación de inmersión que no habría sido posible apenas unas décadas atrás. La técnica abriría, así, espacio a los nuevos lenguajes y formas. Hay cientos de ejemplos a lo largo de este trabajo.
Pero la segunda razón por la que el título de esta basta obra es un claro anticipo de lo que vamos a ver es, precisamente, por esa intención totalizadora que posee. Con The story of film: an odissey, Mark Cousins ha pretendido, ni más ni menos, que reescribir el relato que hasta entonces teníamos de la Historia oficial (o más extendida) del Cine. Un relato que pivotaba especialmente sobre una perspectiva occidental, mayormente norteamericana, pero también europea. Cousins nos dice que esa visión es errónea e incluso, nos sugiere, un tanto racista por todo lo que omite. Y eso que omite o resta, es lo más relevante, no tanto por lo que aporta a nuestro propio conocimiento sobre el cine, sino por esa visión que lleva aparejada y que nos invita a dejar de mirarnos el ombligo y levantar la vista hacia arriba, hacia un nuevo horizonte que ya no percibimos como un límite o frontera, sino como una puerta abierta a nuevos mundos.
Para Cousins, el cine es un arte universal. Nacido en Francia (y en New Jersey), rápidamente el invento saltó a todos los países del mundo que, cada uno a su manera, desarrollaron su propio arte. Así, tan relevante es el cine de la Nueva Ola americana de los años 70, como lo que estaba sucediendo en Senegal en ese mismo momento, a miles de kilómetros de distancia. En la Norteamérica de principios del siglo XX el cine aparecía como un mero entretenimiento, pero pronto iba a desarrollarse como un arte mayor. Desde Francia a Alemania, Rusia, Polonia, Rumanía o Japón, el arte del cine iba a expandirse por todo el globo, aportando, desde cada cultura, su propia visión de la vida. El cine como receptáculo de historias de todo tipo, de la comedia al musical, pasando por los modernos blockbusters, pero también como arma política o ideológica. Esta visión global se acentúa especialmente cuando se aproxima a las cinematografías africanas y asiáticas. Si nos preguntásemos cuál es el actor más conocido del mundo, ¿qué responderíamos? Pues no, no es ni Brad Pitt ni George Clooney. Se llama Amitabh Bachcchan. ¿Por qué? La respuesta está en esta serie.
De Chaplin y Keaton, a Hitchcock y Hawks, de Orson Wells a Stanley Donen, pasando por Kurosawa, Ozu y Youssef Chahine, también Von Trier, Bergman, Fellini o Passolini, de Polanski a Tarkovsky, de Nagisa Oshima a Mani Kaul, Paul Schrader, Win Wenders, Ken Loach o Jodorowsky, pero también John Sayles o Kieslowski, de Kiarostami a Claire Denis, pasando por Tarantino, Los hermanos Cohen, Lynch, Christopher Nolan o Alexander Sokurov. Pero, aun así, todo esto es solo una muestra, pues este trabajo es, en realidad, una invitación a seguir investigando por tu cuenta y hacer tu propio relato.
Dicho esto, que nadie se asuste, The story of Film es, ante todo, una obra muy divertida. Relatada por el propio Mark Cousins (con una voz que a veces nos recuerda al Werner Herzog de sus documentales), se hace imprescindible ver este trabajo en su versión original. La serie de Cousins es, ante todo, un trabajo entusiasta y militante, cargado de una fina ironía que apunta, como decíamos, a una nueva concepción de la Historia global del cine. Pero, sobre todo, apunta también contra una visión del arte del cine entendido como algo más que un mero espectáculo sin alma. Claro que el cine es un negocio. Y no hay que olvidar que el cine es, probablemente, la forma de arte más cara del mundo. Pero no es solo eso. No puede serlo. El cine no es solo cifras y datos de taquilla. Es mucho más. Es también un puente hacia la vida. Podréis encontrarla en Filmin. GERARDO LEÓN