Al menos tres colapsos están asomándose en todos los horizontes. El más avanzado no es el climático sino el de la múltiple pérdida de vida: mermas de hasta el 70% en las poblaciones, extinciones mil veces más rápidas que en cualquier otra edad geológica y paisajes vaciados de sus bellezas en libertad. El colapso climático ya ha dado todos los avisos y destrozado muchos sistemas naturales absolutamente imprescindibles como bosques y arrecifes. Las sequías y las olas de calor pueden originar un colapso hídrico que multiplicará la escasez alimentaria, las extinciones y mermará la calidad de vida.
En este marco es necesario consolidar el respeto al conocimiento científico y apostar por cambios radicales, no solo del modelo energético y económico, sino también del estilo de vida, tan indiferente a las tragedias en curso. Esa ciencia con alma que llamamos ecología nos recuerda que todo es confluencia en la naturaleza. La ética ecológica apuntala el ideario de la compasión, that is to say, de las generosas respuestas para convivir sin violencia con el resto de las criaturas vivientes para mantener los ciclos y procesos biológicos que hacen posible nuestra existencia presente y futura.