
Estreno este fin de semana del primer largometraje del director madrileño Esteban Crespo. Amar ha sido rodada íntegramente en tierras valencianas y es el contundente título de un drama en el que dos jóvenes, Carlos y Laura, interpretados respectivamente por los también jóvenes actores Pol Monen y María Pedraza, prueban en sus propia carne los límites de una pasión descarnada. Así nos lo contaba el propio director en una conversación que mantuvimos con él en vísperas de su estreno comercial. Nos metemos en las tripas de Amar.
Tras varios trabajos cortos exitosos, este es tu primer largo. ¿Cómo ha sido tu paso del trabajo corto al largometraje?
A ver, yo lo máximo que había rodado seguido habían sido cinco días. Ahora hemos rodado seguido seis semanas y dos días. Entonces, una de mis experiencias… es un poco raro esto, pero como diferencia real es que, en seis semanas, la gente cambia. En un corto, en cinco días es muy difícil que pase algo tan grande, que la gente evolucione o cambie. Pero, claro, en mitad de esas seis semanas a uno le puede dejar la novia, al otro se le ha puesto enfermo su hijo, y así. Todas esas personas tienen vidas, y hay que gestionar un equipo. Un equipo que tiene que funcionar al unísono. En un corto cuando un equipo funciona bien, te va a funcionar bien todo el tiempo pero, en una película, puede empezar funcionando fantásticamente y que, después, pasen cosas que hagan que no funcione tan bien. Y esas cosas hay que ir recomponiéndolas, para que siempre funcione bien. En este caso el equipo (remarca con entusiasmo) ha sido fantástico, pero sí he notado esa característica. Es muy sutil, ¿eh? Pero, quieras o no, tú eres el director, tú eres el jefe de todo eso.
¿Dirías que has madurado con la película y el proyecto ha madurado con el proceso?
Absolutamente. Yo he madurado con esta película. Yo he aprendido muchísimo con esta película. Y la película ha ido creciendo con la evolución. Yo, de todas formas, soy un director que, para mi, el guión no es ley. Para mi el guion es una guía, un mapa. Marca direcciones, pero no es ley. A mi me gusta que todos los oficios implicados vayan aportando, porque eso es lo que hace que el resultado sea de “verdad”. Que el dire de foto, los actores, que los de sonido, que todos vayamos aportando. Al final, el resultado final de la película es mucho mejor que lo que mi mente mediocre pensaba, porque son muchas mentes al unísono, hacia una dirección (eso es lo que tienes que marcar, la dirección) y eso va enriqueciendo esa obra.

¿Cómo surge el proyecto de Amar? Sé que es un proyecto antiguo tuyo pero, ¿cómo lo pones en marcha?
Sí, la historia es curiosa. Yo me propongo escribir un guión sobre el primer amor. Entonces, entrevisto a gente que me cuenta su primer amor. Con esas historias de ese primer amor y, evidentemente, mis propias experiencias y las de mi entorno más cercano, voy escribiendo una historia. Escribo un primer guión. No estaba maduro y lo guardo en un cajón. De ese guión veo que hay dos historias que podrían descontextualizarse y hago dos cortos. Uno se llamaba Amar, como la película, y otro se llamaba Siempre quise trabajar en una fábrica. Pero lo primero es el guión del largo. Hace dos años estaba trabajando en otro guión que se llamaba Black beach para una productora y, cuando entregué la primera versión de guión, bueno, siempre los productores suelen tardar como un mes en responderte (tengo calculado que entre que hablan entre ellos, se ponen de acuerdo, te llaman… un mes). Entonces pensé, ¿qué hago en este mes? Y saqué del cajón el guión [de Amar], no se por qué. Me apeteció, lo reescribí, coincidió que me llamaron varios productores, lo leyeron, les gustó, una semana después se terminaba el plazo para el comité de TVE, lo presentamos, entró TVE, luego entró Netflix y mi primera película ha sido Amar cuando iba a ser Black beach. Que no ha sido el típico proyecto que yo he estado esforzándome en sacar… no, eso es mentira (risas).
Amar es un relato de pasión entre dos personas. Pareciera que ya no había espacio en nuestra sociedad para ese amor pasional y romántico.
Sí, pero yo creo que no es del todo cierto, sobre todo en los jóvenes. Claro, que es la historia de un primer amor, un amor que surge a los diecisiete, dieciocho años, ¿no? Mi experiencia es que tenemos una visión de los jóvenes que yo creo que está trastocada. Yo creo que nosotros, cuando crecemos, trastocamos la visión de nuestra niñez, para empezar, de nuestra infancia. Le ponemos filtros. Sí que es cierto que la juventud tiene una mayor libertad sexual. Pero también tienen una necesidad de amar. Y ese amor romántico es esto. Y yo creo que es igual al nuestro y al de nuestros padres. Quizá el de nuestros padres fue una generación que tuvo mucha menos libertad que la que tuve yo. Pero la que hay ahora es muy parecida a la mía. Simplemente, es distinto. Ahora existe la tecnología, existen las redes sociales, y la manera de interactuar es distinta, pero el sueño de ese amor idealizado romántico, por lo que yo he hablado, existe.
Los personajes, Carlos y Laura, se dicen: “me gusta sentir lo que tu sientes, pensar lo que tú piensas… ser tú”. ¿Qué dirías que descubren de ellos mismos y de esa relación que sostienen a lo largo de la película?
Amar trata de un primer amor, es decir, que ellos no tienen herramientas para gestionarlo. En el fondo Amar no es una historia de amor, es una historia de desamor. Nosotros empezamos en el momento más álgido de la relación, el momento más idílico y todo va para abajo. Amar habla del desgate del amor. Habla del momento en el que se pierden los papeles, habla de los celos, habla de muchas cosas. Habla también de la madurez, del paso a la madurez. Habla de ese momento de la vida en la que tienes que decidir cómo va a ser el resto de tu vida. Y además es un momento en el que parece que, depende de la decisión que tomes, no vas a poder girar nunca más, ¿no? Y también es el momento en el que tú pones en duda a tus padres; el modelo que te han enseñado, el modelo en el que tú te has reflejado todo este tiempo. Yo creo que Laura y Carlos crecen. Y después, para mi, estos dos personajes solo tienen sentido en este entorno. Son tan distintos que jamás se hubieran conocido. Sus vidas tienen unas características tan concretas que los dos se unen y focalizan todos sus miedos, sus pasiones, en el otro. Ella está en el pueblo viviendo con su madre, con una relación amiga/amiga. Su madre se casa con otro señor y se van a la ciudad. Una ciudad que no le gusta, ella era feliz en el pueblo, en una clase que odia. Vemos que su padre ya tiene otra familia, otros hijos. Es decir, se siente totalmente desplazada. Y él, por otro lado, es un tipo que está totalmente perdido. Esta estudiando una cosa que odia, tiene inquietudes artística pero, a la vez, tiene miedos y no cree en su talento, tiene una familia totalmente opresora… Se juntan los dos en ese momento. En cualquier otro momento esas dos personas jamás se habrían enamorado.

A propósito de lo que dices, yo tenía apuntado que, para mi, Amar es la historia de la resolución de una duda; sería la evolución en ellos de esa duda y su resolución, es decir, la respuesta a la pregunta: quiénes son. No sé si compartes esta idea.
Claro, lo que me parece fantástico es que consideres que hay resolución. Me parece maravilloso.
Sí, el relato esta abierto, pero hay algo que se resuelve, aunque sus vidas continúan, evidentemente.
Yo creo que lo que sí que hay es un arco, que es el de ella y en el que ella madura. Ella es la madura. Y hay un arco que es el de él, que para mi será a partir del final de esta peli en la que crecerá. Ella crece en la peli y él al final. Esa es mi manera de verlo. Pero son dos personas perdidas que tienen que encontrarse. Pero además se tienen que encontrar a sí mismos. Se están intentado encontrar en el otro, pero tienen que crecer. Tener conciencia de sí mismos.
La cinta se llama Amar, pero bien podría llamarse respirar porque…
¡Sí!, lo plantee. Lo plantee porque además ellos necesitan respirar. Necesitan irse, pero era menos comercial (risas)
Te lo planteo porque creo que la respiración de los personajes marca el tempo de la película y su estructura, es decir, empiezan respirando, cuando hacen el amor respiran de otra manera y expresan sus emociones a través de la respiración en muchas partes de la película. No sé si era tu intención.
Absolutamente. Es la primera vez que me dicen eso, además. Muy bien, muy bien. Muchas gracias. Esas cosas hacen mucha ilusión porque tú cuando haces una película, la gente no se da cuenta, pero tú has pensado mucho. Y has hablado con los técnicos muchas horas. Es decir, cada cosa tiene un motivo, cada cosa está hiper-pensada. A mi hay un libro que me gusta mucho sobre arquitectura que se titulaba, Dios lo ve. Lo que quiere decir es que aunque la gente luego diga, bueno, pero si de eso nadie se va a dar cuenta. Pues no, Dios lo ve. Tú tienes que trabajar para que todo esté. A lo mejor luego nadie se da cuenta, pero yo estoy convencido de que luego hay algo que se siente, que se percibe.
Otro de los asuntos que abordas en tu película es el de la amistad en la juventud. Quería preguntarte hasta qué punto era relevante en la trama y en la relación entre Carlos y Laura.
Es fundamental. Parte de la erosión de la relación viene en el momento en el que aparece la amistad de esas amigas, que van arrastrando un poco en ese sentido de grupo tan importante, a esas edades, a Laura. Y luego está esa sensación que tiene Carlos de sentirse desplazado. Él considera que ha habido una traición cuando ella, para sentirse dentro del grupo, cuanta algo íntimo de Carlos. Él lo considera una traición, pero es su inseguridad. En esas edades sentirse parte del grupo es muy importante, y es un poco el trabajo que hacen ese grupo de chicas fantástico que es, por cierto, un descubrimiento. Son todas valencianas. ¡Uah! Y era la primera vez que hacían algo.
Una buena experiencia con ellas, entonces.
Absolutamente genial, porque tenían ilusión, una entrega… Trabajar con gente con ilusión es muy fácil. Y encima son como esponjas, ¿no?

Una de las cuestiones que ya has planteado es la de la sexualidad. ¿Es tan liberal como parece? ¿Qué has descubierto tú sobre la sexualidad en la juventud haciendo esta película?
Yo lo que he descubierto es que hoy en día hay una libertad sexual muy superior a la de hace quince años. Muy superior. Lo viven con mucha más naturalidad. Eso es lo que he descubierto. Pero hace quince años también había sexo. En la peli hay cinco secuencias sexuales que para mi son narrativas. Están hablando del estado de ese momento de la relación. Yo en ningún momento he querido hacer unas escenas sexuales con erotismo, ese no era el objetivo. El objetivo es que esas escenas te hablaran de los distintos estados anímicos por los que pasa esa relación. Al principio hay una relación sexual atípica, pero llena de luz, de respeto. Y como eso luego va a ir oscureciéndose.
Hay en el trabajo de iluminación una relación entre la expresión de las emociones y esa luz de fondo que ilumina a la pareja. ¿Proyectaste esa idea desde el principio o surgió con el proceso?
Eso ya estaba en guión. Si te fijas, todo el principio de la peli es por el día. Y se va tornando a la noche según va degradándose la relación de la pareja. Empezamos con una luz idílica y va pasando a una luz más real, pero siempre blanca, siempre clara. Y todo eso va degradándose. Y van entrando los colores, los rojos, el mundo más sórdido de la noche. Todo eso está. Y como, al final, volvemos hacia la luz, volvemos a tener un rayo de esperanza, volvemos a tener ese cambio cuando se abrazan.
Quería que me contaras cómo ha sido el trabajo con los actores y, sobre todo, qué te han aportado ellos por el hecho de ser de la misma generación que los personajes que interpretan.
Ellos han dado verdad. Yo, cuando estábamos con el casting, una de las cosas que le decía a la directora de casting era: quiero que los actores sean los personajes, que se parezcan lo más que puedan, que no tengan que hacer una gran construcción de personajes. Si tu hablas con María [Pedraza], María es Laura. Ella me lo decía, “es que yo esto, de una manera o de otra, lo he vivido todo”. Eso es muy importante porque, cuando hay una escena, pueden vivir de sus recuerdos. A veces eso es duro, pero lo tienes, tienes la información dentro. Carlos, Pol [Monen], tiene ese punto sensible, de artista, vulnerable. Hay otras cosas que no tiene. Él ha tenido que hacer un poco más de construcción de personaje, pero era importante. Lo que te decía antes: para mi el guión es una guía. Yo trabajaba todo el tiempo con ellos: “a ver, cómo dirías tú esto”. Si es que tú eres el chaval joven, dímelo. “Yo lo diría así.” Pues dímelo así.
Están las relaciones paterno-filiales. Pasa el tiempo, pero el choque generacional permanece. Laura y Carlos están confundidos, pero sus mayores tampoco tienen las cosas tan resueltas.
Claro, es que a veces parece que, cuando eres adulto, de repente ya eres maduro. Solo porque hayan pasado los años eres inteligente y maduro. No, señores. No, el ser mayor o viejo no significa tener madurez o tener sabiduría. A veces habría que preguntarse, ¿de verdad queremos que mis hijos sigan mi ejemplo? Porque cuando estamos enseñando a un niño, estamos enseñando desde nuestra experiencia pero, claro, hay que hacer examen de conciencia. En este caso, las dos familias parten desde la buena voluntad. Quieren lo mejor para sus hijos. Lo único es que lo viven desde sus experiencias. Ella [la madre de Laura] lo que no quiere por nada del mundo es que su hija viva lo que ella vivió. Y por el otro lado lo que quiere la otra familia es que [Carlos] sea un hombre de provecho porque, bueno, a ellos no les ha ido tan mal, o tienen esa sensación, que estudie derecho, que le va a ir mejor porque no quiere que se equivoquen, etc. No, cada uno debe tomar su camino y que se equivoquen. A veces eso es bueno.

Eres madrileño, has trabajado con equipo técnico valenciano. ¿Qué balance haces de la experiencia?
Bueno, pues había varias cosas muy buenas y es que mi dire de foto era valenciano, Ángel Amorós, que además ahora es el dire de foto de moda del cine español. Ha hecho las tres ultimas películas de Alex de la Iglesia. Entonces, para mi ha sido muy fácil. Después estaba todo el equipo de dirección, con el que yo ya había trabajado. Y luego, curiosamente, un amigo mío, dire de foto también, siempre me había recomendado a los eléctricos de aquí. Pero no para trabajar aquí, sino para trabajar en cualquier parte de España. Si tienes que hacer algo llévate a esta gente y, cuando llegamos aquí, bueno, me lo pusieron a huevo. Me he sentido muy cómodo. No he tenido la sensación de tener que ir a trabajar con un equipo impuesto. Es que suena un poco a tópico, pero yo creo que si no fuera así no lo diría: ha sido uno de los rodajes más felices de mi vida. A mi me gusta mucho rodar. Era un equipo fantástico, con un buen rollo… Nosotros tenemos un grupo de WhatsApp del que no se ha ido nadie. No puedes tener un grupo de WhatsApp con cada una de las películas que haces, pero aquí sigue todo Dios porque hubo un buen rollo, se creo una familia cojonuda.
La ciudad es un personaje importante. Sin embargo, me ha llamado la atención que, estando muy presente, no hay una identificación con una ciudad concreta. ¿Es intencionado? ¿Qué buscabas con eso?
Bueno, hay una cosa que es fundamental. Y hay que ser sincero: Valencia no es apropiada. Claro, nuestros personajes quieren irse de la ciudad, es decir, necesitábamos una ciudad hostil. ¿Quién quiere irse de Valencia? No, yo quiero venir a Valencia. Yo quiero tener la playa, yo quiero tener el sol, las palmeras. Nosotros no necesitábamos el mar, porque el mar te da libertad, que tu mirada pueda perderse. Yo vivo en Madrid, en el centro. Yo no tengo una mirada alejada más de diez metros, ¿entiendes a lo que me refiero? Entonces hemos creado una ciudad ficticia. Por eso hemos rodado en Valencia y en el puerto de Sagunto. Hemos buscado esa ciudad que no es tan agradable, que no es tan idílica.
Hay en Amar un choque entre la urbe y los personajes.
Ellos se sienten oprimidos. Se sienten encerrados. Si te fijas, ese mundo del ascensor [en el que Laura y Carlos hacen el amor] es un mundo idílico, pero a la vez es una jaula y rodamos a través de esa jaula. Ellos están todo el rato queriéndose ir. Se quieren ir de todo, de lo que estudian, de sus familias, se quieren ir de la ciudad. Ellos tienen esa sensación de no poder respirar como hablábamos antes. A mi esos retos me encantan. Para mi el cine es mentira, pero la intención es crear, con esas mentiras, esas sensaciones que sean de verdad.
Pasaste recientemente por el Festival de Málaga. ¿Qué tal fue tu experiencia con el público?
Mi experiencia en Málaga fue el primer enfrentamiento con el público. Entonces estaba, bueno… acojonado (risas). Y fue fantástico. Lo que ya sabía yo es que es una peli que se ve con las entrañas. Tiene un principio muy difícil. Tienes que entrar, y si tú entras, la peli te arrolla. Pero si te quedas fuera, apaga y vámonos. Es una peli muy polarizada. Pero claro, esas son las buenas (risas).
Hazme un diagnóstico del cine español. Parece que fue una edición muy potente.
Hay películas fantásticas. Y luego lo que hay este año es unas películas de noveles, Uauh! Verano de 1993, o la de Pieles, viene ahora Gerardo Herrero, también.
Frente a las críticas que se le hacen, tú, entonces, ves el cine español con mucho nivel.
Generalmente las críticas son de gente que no va al cine. Yo ante eso, claro, respetar todas las opiniones, pero para mi son clichés. Ahora mismo en el cine español hay un nivelón muy grande, porque encima hay películas de todos los colores. Se están haciendo unas películas que buscan al público, que son fantásticas y que consiguen atraer a ese público. Y luego hay otras películas más fuera del circuito o para un circuito diferente, llenas de valentía. Es fantástico. G. LEÓN