Zarandeado por las olas en un viaje por mar, con apenas 27 años, mientras realizaba un viaje espiritual en busca de costas creadoras, Richard Wagner recordó un relato de Heinrich Heine que había leído en 1839: Memorias del señor de Schnabelewopski, la historia de un navegante maldecido que, errante por los mares, buscaba la redención en el amor incondicional de una mujer. Refugiado en Sandwicke, vinieron a Heine historias y cantos de marineros perdidos: empezaron a confundirse en él el mito y su realidad. En una de esas baladas llegó la inspiración para una ópera romántica que pretendió estrenar en París. Finalmente, el estreno no sería allí, sino en Dresde y fue un fracaso. Tras no pocas dudas y revisiones, Der fliegende Holländer arribaría a Bayreuth muchos años después, ya en 1901. El Holandés había visto la luz al final de un largo viaje.
Moderado por Manuel Muñoz.