Si a tenor de los acontecimientos, resultaba legítimo sospechar que la de Dorantes es una de las trayectorias más interesantes, solventes, creativas y plenas de la música española contemporánea, éste espectáculo despeja todas las incógnitas. Al Dorantes más andaluz, más potente e indudable; en un concierto tan pródigo en registros que resulta abrumador y con un caracterizado sentido del equilibrio sin desviar la atención de la belleza, se le suma, la valentía para hacer lo que le viene en gana. El resultado es verdaderamente prodigioso. Suena flamenco, clásico, con su regusto a Falla y a de Lucía; romántico, rivalizando con Chopin, o ceñido a cauces minimalistas acordándose de Steve Reich, dándole al piano el gusto de Bill Evans, o convocando a espíritus espectrolitas buscando armónicos imposibles más allá del teclado. Estamos ante puro jazz de improvisación y sobre todo, exploración del sonido, de los instrumentos, para que la música tenga el valor añadido de ser única e irrepetible.
Grande entre los grandes. Y revolucionario entre los revolucionarios.
El piano flamenco elevado a la categoría de mito mucho más allá de la ortodoxia. El Tiempo por Testigo, del pianista sevillano, se asienta sobre las líneas maestras de su intenso sonido y su característico sentido del ritmo. Basta con sentir el compás que, igual que en su cuerpo, late en todas sus composiciones, en su atmósfera, en su universo personal. Dorantes ha sabido englobar, de forma bastante acertada, a un virtuoso piano que habla varios idiomas, desde las raíces profundas del flamenco pasando por el clásico, y desgarrando en el jazz más exquisito y puro.